lunes, 27 de abril de 2009

No se culpe a Nadia

La nena se mató. Pero que no se culpe a Nadia. ¿Qué Nadia? ¡Comaneci, cuál si no! La uno. La namber guan. A mis cuarenta y pocos años debo reconocer que siendo niña (yo, no ella) la rumana me maravilló con sus puntuaciones 10 durante los Juegos Olímpicos de Montreal, allá por 1976. Me impresionó tanto que ese mismo día les dije a mis padres que quería hacer gimnasia olímpica. Su respuesta fue que antes debía estudiar mecanografía, escribanía, esperanto, corte & confección, danza folclórica, cocina con Cordon Blue y macramé; y que después se vería. Esperanto, eso sí que me fue útil. Casi al nivel del zapateo y el minué montonero.
Así que nunca participé en los Juegos Olímpicos. Soy escribana y en los ratos libres perfecciono mi macramé. Pero mi niña desde chica tenía algo especial. Cuando empezó a gatear la dejábamos en la alfombra y se ponía a dar vueltas carnero. En jardinera les desataba las cintas de pelo a sus compañeritas. Un par de años después se entretenía sacando moñas que luego tiraba para arriba. Cuando cumplió ochoa le regalamos su primer equipo con la banderita rumana.
Ya en el liceo acostumbraba tener baja gimnasia, porque la profesora era una yegua. Pero yo sabía que lentamente, por dentro, el gusto por la gimnasia olímpica le iba ganando el cuerpo y el corazón. Así que cuando hace un par de meses me comentó que había visto un documental de la muralla china y le había interesado mucho, yo, que soy su madre, yo que la conozco, yo que la tuve adentro, supe qué era lo que me quería decir: en su fuero más íntimo estaba soñando con ir a las Olimpíadas de Beijing. Entonces le dije que sí, que la entendía, que captaba el mensaje.
Al día siguiente la llevé a entrenar con la mejor profesora de la ciudad. Una que parece que fue campeona nacional en los ‘80. El sitio era oscuro, las paredes estaban llenas de humedad, pero la tipa había sido campeona y eso es lo que cuenta.
Yendo al grano: El accidente fue una fatalidad, para qué negarlo. Mi niña estaba sobre el practicable realizando una coreografía con cintas. Parece, según me contó la profesora, que tiró la cinta hacia arriba y al caer la agarró mal y se le quedó enroscada en la cabeza, tapándole la visión. Cuando pudo manotear la punta de la cinta, como no veía, quiso sacársela y se tapó más aún. Entonces buscó la otra punta y jaló de esta, pero fue como cuando uno tira del cordón de un zapato y recién después de hacerlo se da cuenta que tenía doble nudo, o sea que fue peor. Casi se ahorca in situ e in extremis. Quiso gritar, pero no podía porque tenía la boca tapada con la cinta, que se le había metido en parte hacia adentro. Ahí la profesora reconoció la gravedad, pues hasta ese momento pensaba que mi hija fingía. Dice que para zafar de la clase siempre inventaba algo. Pero es mentira, la nena me contaba que le iba genial. Si hasta me había pedido dinero para aprender chino mandarín.
Una desgracia se la mire por donde se la mire. La profesora terminó de súbito la charla celularosa** pero no le dio tiempo de impedir que mi niña, sin ver, se acercara al borde de la escalera que daba a la planta baja y comenzara a caer y un tropezón y la cinta de seis metros y doce escalones de mármol blanco y toc toc toc hasta el sopi. Quedó más dura que rulo de estatua (este es viejo), más planchada que moña en fecha patria, más chanta que pastor de iglesia instalada en un viejo cine, más seca que el desierto de Atacama, más frita que… que… que papa frita (es malísimo, pero no podemos estar media hora acá parados), más fiambre que toda la producción de Schneck y Cativelli juntas (ejem). Pobrecita. Pero que no se culpe a Nadia. Ella, al igual que la famosa gimnasta rumana homónima, solo quería triunfar. Le faltaban seis pruebas. Seis. Seis para triunfar.

*charla celularosa: conversación referida a las plantas de celulosa que se realiza utilizando un teléfono celular de color rosado.

Con la mirada puesta en el horizonte

Otro uruguayo que triunfa en el extranjero. Edgar Gajo es el nuevo campeón mundial de spitball*, otra de las noveles disciplinas deportivas a las que se están volcando nuestros compatriotas en busca de fama internacional y divisas. Recién retornado del torneo realizado en España, Gajo concedió la siguiente entrevista para conversar sobre su exitosa carrera.

¿En qué consiste el spitball?
Es como lanzamiento de bala, pero con la boca.

¿Escupir?
Bueno, hay un paralelismo entre el spitball y la tradicional escupida. Es equivalente a la comparación que se puede hacer entre jugar al fútbol profesional y hacerlo en el parque con una pelota de plástico de aquellas que se aboyaban y poniendo buzos para marcar los arcos.

¿Es la tan ansiada profesionalización del salivazo?
Algo así. Pero técnicamente es equiparable a los lanzamientos de bala, jabalina o martillo que hay en los Juegos Olímpicos: es un deportista que utiliza parte de su cuerpo para lanzar lo más lejos posible una pieza elaborada especialmente para ese fin.

¿Este fue el primer mundial?
No. El cuarto. Los otros tres los había ganado Albano Benito, un español. Por eso tuvo un valor agregado el hecho de ganar el torneo realizado en España, porque fue vencerlo en su propia tierra, donde contaba con todo el apoyo de grandes sponsors, su público y los medios de comunicación que daban por hecho una nueva coronación de él.

¿Estuvo difícil entonces?
Complicado. Benito desde muy chico se habituó a escupir semillas de sandía. Es un infierno las marcas que alcanza, porque siempre tuvo el hábito de utilizar la boca para lanzar a distancia. La final fue contra él. Muy reñida. Le gané por medio pie.

¿Utilizan unidades de medida inglesas?
Of course. Al igual que muchos deportes, el spitball también proviene de las islas británicas.

¿Pero escupir no es nuevo?
Claro que no, pero ellos fueron los que le hicieron un reglamento y crearon las primeras competencias entre universidades, que se realizan ininterrumpidamente desde hace 184 años.

¿Cómo es la competencia?
Se utiliza una pequeña bola de acero, como las de los rulemanes. Se compite sobre piso arcilloso para que no pique ni se deslice. Es eliminatorio mano a mano, con tres tiros cada uno. La marca es la suma de las tres distancias logradas.

¿No existe el riesgo de que te tragues la bola?
Claro, pero la cagás al toque. Está hecha especialmente para que ocurra así.

¿Con qué distancia obtuviste el título?
93, 8 pies. Fue récord mundial.

¿Posibles trampas?
Untar la bola con algo que te haga segregar saliva. O comer cebolla, que te ayuda a expectorar de manera más consistente. Por eso antes de competir hay que sumergirla en una solución de agua con hipoclorito de sodio y hacer gárgaras con compota de manzana.

¿Cómo es el entrenamiento?
Las bolas de acero no son caras, valen cinco dólares cada una, pero hay que cuidarlas porque se pierden fácilmente. Lo normal es practicar con mentitas, aunque claro que si vas por la calle y te surge una flema no la vas a desperdiciar tragándotela.

¿Cómo ves el spitball en Uruguay?
Hay mucho vocacional, pero falta infraestructura. Es lo mismo que nos pasa con el little toad** o el fútbol. Si querés dedicarte y llegar al primer nivel tenés que emigrar.

¿Está próximo ese paso?
Haré lo que me diga Paco. Él es mi representante.


*spitball: de spit (escupir) y ball (pelota). Los españoles la han castellanizado como “balompollo”.
**little toad: sapito.

sábado, 25 de abril de 2009

Borges y Contreras

-¿Qué talco? ¿Cómo te baila?
-Acá andamio. Todo viento, ¿y bosque?
- Yogui acá meando.
-¿Qué Passegi?
-Ya me ves, Solari. Esperando a un amigo que me parece que me dejó Clavijo.
-Malena el amigo. Pintó Tardelli o te dejó tirilla, una de dos.
-Sí, Marconi total. Además justo hoy que está medio fresconcha.
-¿A qué hora habían quedado?
-Ochoa o`clock.
-Como que nones. Centolla contigo.
-Puede Sergio.
-Lo unicornio es que sea muy lenteja y caiga en Cincunegui en un Tachito Somoza. Hojilla con esa.
-No creo, está Caribe.
-Más viento.
-Cuando lo agarre lo voy a mandar a la miércoles.
-Igual estaba viniendo, se cruzó con algún travesaño y pintó un Teté Coustarot.
- Ni Ayrton.
-¿No es como vos, que te encantan los traviesos?
-Bueno, habló el bufanda que tiene un máster en Travoltas.
-A mí no me saluda el trabuco ese que para en la otra esquina, uno que tiene bruto hortensio.
-Las veces que le habrás dejado un Quiñónes, no te hagas el Santini.
-Tenés razón, bobina. Lo que se es que tu amigo te dejó Varela.
-Veo que estás de Vivaldi.
-Ohio, que podemos inventar algo in this moment.
-O`Higgins con eso.
-¿Vamos a tomar una cerbatana?
-Quien dice Unesco, dice duquesa, o tricota.
-Obvio, Canobbio.
-Lo único es que después hay que Paganini y ando medio Ismael Cortinas, por no decir malaria total.
-Narigún problema. No pasa naranja. Jugá con papurri, que me Río de la Plata.
-Yo me Río de Janeiro y me Porto Alegre.
-Es que hoy Cobreloa unos pesos que me debían, así que tengo un Milky pronto.
-Pensar que Johnnie ya reventé el Aguinaga. Quedé en bolainas.
-Así que Justiniano García hasta fin de mes.
-Queso, queso, queso, queso, diría el Chavo.
-Salí a entregar el currículum, a ver si te dan algún peso.
-¡Qué Gilberto que sos!
-Eso sí, antes un buen Bagnulo, lavarse la Colombes y hay café, porque con esa barbaridad está dificilongo. Marchesano seguro.
-Estás Pirelli.
-El chango Pintos Saldanha, ¡qué jugador! Como dice un amigo, acá no hace plata el que no quiere. Lo que Passarella contigo es que sos un comodín bárbaro.
-Mirá quién lo dice. Comodoro Rivadavia. Todo el día de tragedia laburando en un banco, criando Panzardo.
-Y sí, tranquilesa la milanesa.
-Bueno. ¿Qué acelga? ¿Sale esa birra? Así entramos al bar, que tengo que echarme un cloret, también conocido como Orinoco.
-Ahora que lo pienso no creo que pueda.
-Uhhh, Zaffaroni con tuco.
-Es postalina. Me había mandado un mensaje la patrona para que volviera temprano.
-¿Qué me Contursi? Malvín lo tuyo. Te meten el Pezzuti y arrugueti. Qué Asconegui me das.
-Le di mi palabra.
-Qué mamadera. ¿Te acordás de Jorge Formento?
-No seas Naboletti, se me había olvidado.
-Borroni.
-Es verdura, Maracaibo. Si fui yo el que te dije de tomar unesa.
-Justo que te iba a convidar con maruja.
-¡Qué Makanaky! Quedamos para otro día.
-¿Y ahora que hago?
-Lola. Andá a visitar a algún amigo maraca.
-Esto ya lo aclaramos, Trabucatti sos vos.
-Tranqui panqui. Nos vemos el jueves. Por las deudas mandame un emilio para recordarlo.
-Cómo me comí los mocardi con este amigo. Mañana voy a ver qué caripela me pone cuando lo vea.
-Caele con tutti.
-Zip.
-Bueno nene, te dejo Solange.
-Yo también arrancandonga. Estoy mortadela y queso. Tendría que estar mameluco para quedarme acá chupando frío.
-Marchesi entonces.
-Eso mismo.
-Voy para arriba. ¿Y vocé?
-Para abajo.
-Saliste Contreras, eh.
-Y Borges vagoneta.
-Hasta el jueves entonces. Traete un Palito Ortega.
-Veremos, creo que con suerte alguna gamboa.
-Chaucha, Contreras.
-Ceaucescu, Borges.

sábado, 18 de abril de 2009

Delivery con paraguas

Acá no hace plata el que no quiere. Solo hay que tener una buena idea y con perseverancia llevarla a la práctica.

El otro día estaba lloviendo. Gris. Feo. Ventoso. Feo lo que se dice feo. ¿Un día para qué? ¿Una tarde para qué? Si se hace una encuesta gana por paliza. Nueve de cada diez responderán lo mismo en una fracción de segundo y el décimo seguro que es extranjero o vegetariano.

Sin embargo todavía nadie se puso a hacer guita con lo que desea el 90 por ciento de la población. Pavada de mercado potencial. Toda una ciudad dispuesta a comprar. Toda una ciudad dispuesta a pagar lo que toque, más aún en ciertos barrios, pudientes pero uruguayos al fin y al cabo. Al Cabo… ahí se puede solucionar con una franquicia, porque en el Cabo (Polonio), un día  invernal lluvioso y con viento, te regalo el servicio de delivery*. Pensando en el Cabo en invierno y en las localidades del Interior del país durante todo el año, el sistema de las franquicias iría bien. Funciona así: la idea es mía, te cuento más o menos como es el laburo, te dejo currar con el nombre de la empresa y recibo cash por no hacer nada.

¿Delivery de qué? ¡De qué va a ser, un día frío y lluvioso! Delivery de tortas fritas. ¿Quién no pagaría 5 ó 10 pesos por una buena torta frita si se la llevan calentita a la casa un día de temporal? Eso sí, tiene que llover. Es como que medio zafral el negocio, pero es genial.

Se pueden hacer promociones para arrancar. O inventar la 2 por 1 si es fin de mes. Sacar del aceite hirviendo tortas fritas de colores, con formas a pedido del consumidor, rellenas de queso o dulce de leche, con sabores más fashion tipo frutos del bosque, arándanos o caviar. Tortas fritas con marihuana (que seguro se van volando). La línea saludable, con tortas fritas light, bajas en colesterol y sin sal.

Pensando en el público infantil: la tortita feliz, por ejemplo, que puede venir en una cajita acompañada de unos caramelos candel, un chifle y un autito de plástico chino berreta, no sea cosa que nos salgamos de presupuesto.

Otra. En el día de la madre, si San Pedro está lavando el piso, le enviamos unas flores y unas tortas fritas. Si es el día del padre, una revista vieja de El Gráfico y unas tortas fritas. En el día del abuelo, una chata y unas tortas fritas.

El etcétera es largo. Las posibilidades están ahí y son infinitas. Sólo hay que ponerle cabeza; además de harina, grasa, sal, agua y si desea leche, huevo o polvo de hornear.

Incluso si el negocio funciona y las franquicias abundan y los dineros entran, para promocionar la imagen de marca se puede crear un premio: la torta frita del año. Paso seguido idear eventos como la semana de la torta frita, donde podría tener cabida el festival de música de la torta frita. Abrir el museo de historia de la torta frita, interactivo por supuesto.

Si todo sigue viento en popa –y llueve, porque no olvidemos que para que la gente quiera comer tortas tiene que llover- puede venir la expansión al extranjero. La diáspora charrúa con euros es el primer objetivo. Luego Londres, los países nórdicos. Ahí hay un mercado potencial ávido de probar sabores exóticos y sumarlos a su variada dieta multicultural. Clima frío, agua, billetitos. Las condiciones están dadas. El mundo espera al delivery de tortas fritas.

De ahí al deporte. Asociarse al éxito y lo popular es fundamental. Publicidad estática en el estadio, patrocinar la selección, regalarle una bicicleta a Wynants, auspiciar alguna murga. En lo social: donar la producción que quede de clavo de un día para otro a comedores infantiles.

Y el broche de oro, una publicidad que fije en el imaginario colectivo de los compatriotas el buen nombre de la marca: ¿Hasta dónde serías capaz de ir un día de lluvia para llevarle una torta frita a un amigo? El flaco sale caminando bajo un temporal de agua y viento, va a un aeródromo, se sube a un avión destartalado, este aterriza (por suerte) y ahí, en medio de la nevada, el tipo súper abrigado con la torta frita humeante en la mano congelada, se acerca a un rancho, a pesar de la tormenta se alcanza a ver una bandera flameando, es la enseña patria, llega al rancho, golpea la puerta con su nudillo, sale una mujer, agarra la torta frita emocionada y se pone a comer. Atrás se ve el cartel: Base Antártida Artigas. Un pegue. Eso sí, no tiene que estar enchumbada en aceite porque se jode la idea.

 

(*) Delivery: Servicio de entrega de una compra allí donde esté el consumidor. En criollo: que lo traiga el guacho de la motito así uno no chupa frío. Es un sistema muy utilizado por la juventud en transacciones no gravadas con impuestos. Vg: la pizza los viernes de noche y las susodichas transacciones juveniles.

miércoles, 15 de abril de 2009

A saltos de campeón

Sigue dando campeones el deporte uruguayo. Esta vez en una nueva disciplina. Pedro “Picapiedra” González es el primer campeón mundial de little toad*, título obtenido en el reciente torneo organizado en Qatar del 25 al 27 de febrero. Con él conversamos sobre el trofeo logrado, su futuro y esta novel disciplina deportiva.

¿Desde cuándo el sapito -internacionalmente conocido como little toad-, es un deporte?
Muchas culturas practicaban el hacer rebotar piedras pequeñas sobre el agua. Los griegos por ejemplo, los cátaros, los zulúes, los pastunes. Para los esquimales era una forma de acercarse a dios. En nuestro continente se encontraron rastros de este hábito entre los araucanos, los primitivos habitantes de las riberas del lago Titicaca y los charrúas en el río Negro, para citar lo más cercano. Eso se fue trasmitiendo de generación en generación hasta nuestros días.

¿Cuáles son las potencias mundiales?
A nivel regional lo más fuerte está en el norte de Chile, donde viven descendientes de bolivianos del Titicaca que se quedaron ahí como mano de obra semiesclava después de la guerra en que perdieron la salida al mar. A nivel mundial el little toad está muy desarrollado en Asia y la Turquía europea. Hoy los principales torneos se dan en los países árabes. Los petrodólares son como imanes para los sapiteros de élite.

¿Cómo te iniciaste en la práctica del little toad?
Desde niño siempre me gustó. Aprendí con mi abuelo Atanasio, en la laguna Merín. Cuando vine a Montevideo practicaba en la playa Ramírez, hasta ahora.

¿Cuándo te diste cuenta que tu hobby podía ser algo más que un simple entretenimiento?
Gracias a Google. Escribí “sapito” y me enteré que habría un campeonato mundial. Al instante decidí que iba a estar ahí.

¿Cómo te financiaste la ida a Qatar?
El fin justifica los medios. Vendía números truchos de la Rifa de Arquitectura y del Cottolengo Don Orione. También bonos de la policía. Si el vecino anda tacaño le amagás que vas a anotar la dirección y te compra.

¿Qué impresiones te dejó el primer mundial de sapito?
La principal impresión fue el sapitazo fallido de un australiano, que me significó tres puntos a la altura del tobillo. Pero no pasa nada, son tajos de oficio.

¿Hay doping en el little toad?
El pan con manteca y azúcar está considerado sustancia ilegal, pues te da extrema precisión de movimientos luego del tercer marsellés. También hay prácticas prohibidas, como carpir durante las 24 horas previas a una competencia.
¿Tiene jerga el sapito?
Claro. Hacer un “Graf Spee” es tirar la piedra y que se hunda sin que pique ni una vez. Si pica solo una vez es un “Chino Recoba”. Si pica 13 veces es “hacer yeta”.

¿Cuál es el récord mundial?
Una vez hice “doble yeta” pero no lo admitieron alegando que tenía mucho viento a favor. El récord lo tiene el australiano, que hizo un “dos patitos”, o sea 22. El mundial lo gané con lo que acá llamamos un “TLD”. “Todos los departamentos”: 19 saltos.

¿Se puede vivir de este deporte?
En Uruguay no. Para eso debería emigrar. En los países árabes la liga es muy fuerte y se paga bien, pero ellos hacen sand little toad (sapito en la arena), así que debería adaptarme a esa nueva superficie.

¿Así que emigrarás para esa región?
Haré lo que me diga Paco. Él es mi representante.


*little toad: sapito.

martes, 14 de abril de 2009

Inspirate que se va el ómnibus

(Conversación entre yo y mi otro yo)

 

Yo- Había una vez…

Otro yo- No. Eso está muy trillado.

Y- ¿A qué hora sale de Tres Cruces?

O- A las seis y media.

Y- ¿De la mañana?

O- ¿Cuándo te levantaste a esa hora?

Y- Cierto.

O- ¿Qué hay para comer?

Y- ¡Yo que sé! No me desconcentres. No ves que pasan los días, las horas, no se me ocurre nada y en un rato se va el ómnibus.

O- Bueno, es que tengo hambre.

Y- Manejate, valor.

O- Esa frase es de una canción de Dani Umpi, no plagies que me dejás pegado.

Y- Es una frase hecha.

O- Por Dani Umpi.

Y- Como quieras. Callate que tengo que concentrarme.

O- Yo: yo voy a picar algo y a comprar bronceador que nos falta. Nos encontramos en la Terminal media hora antes. Los pasajes los llevo yo, así que manejate.

Y- Valor, diría Umpiérrez.

O- ¿Cuántos caracteres iremos?

Y- Aramos dijo el mosquito.

O- 845 hasta que caíste en la frase hecha del mosquito. Contando el título.

Y- ¡Que poquito!

O- ¡Vó!… ¿y aquella idea de hacer algo sobre el relleno de los panchos?

Y- Se me había ocurrido que podríamos hacerlo un poco más abarcativo.

O- Abarcador.

Y- Gracias. Más abarcador.

O- ¿Incluir el pan y la mostaza?

Y- Ahí estamos… cómo se ve que me conocés.

O- Hablando de mostaza, ¿todavía queda algo de aquella que nos choreamos en La Pasiva?

Y- El frasco amarillo.

O- Estaba potente, eh. Vamos a tener que ir a pedir otro vaso de agua una tarde de éstas.

Y- No me distraigas más que estoy esperando la inspiración como agua de verano.

O- Ese es el problema. Que la esperas como agua de verano. Te conozco mascarita y entre fantasmas no nos vamos a sacar las sábanas. Esperala como cerveza fría de tarde acalorada y vas a ver que te llega.

Y- El roto hablando del descocido.

O-. Y dale con las frases hechas. Con esa llegaste a 1.702.

Y- A cada chancho…

O- … cuchillo de palo.

Y- 1801. Casi redondito.

O- ¿Quién va a contar, vos o yo? Vos preocupate por pensar algo potable que después la gente se queja y con razón.

Y- Corazoooon bonitooo, corazoooon salvaje, deja de pensar, vamos… no se qué cuanto…

O- Ya te veo. Estás con tutti. Concentrate, vejiga.

Y- Es que vos me distraés con tus numeritos.

O- ¡Es que vos me distraés con tus numeritos!

Y- Bueno. Listo. A callar. Voy a hacer eso del relleno de los panchos. Sobre la leyenda urbana y rural que dice que están hechos con carne de caballo, perro, gato, rata y paloma. 

O- No en vano los principales importadores de panchos orientales son los chinos.

Y- Eso dicen.

O- Si querés te paso una receta casera. Anotá. Se agarran todos los guantes de goma viejos y en desuso que haya en la casa. Te paso las proporciones para hacer dos quilos de panchos caseros. Necesitás tres cuartos quilos de carne de caballo, medio de perro, medio de gato y 100 ó 150 gramos de rata y de paloma. Eso lo macerás y lo dejás reposar toda la noche. A la mañana siguiente le agregás algún condimento. Sal, por supuesto. Después lo que quieras. Pimienta. Curry. Azafrán. Canela y su barakutanga. En la variedad está el gusto.

Y- 2.972.

O- ¡Te gustó lo de los números!

Y- 3.012.

O- ¡Qué lo parió, estamos ahí! Si querés andá a terminar el bolso que yo me quedo pasando la receta y liquidamos. Así nos da tiempo de comprar el bronceador y comer unas húngaras en algún carrito.

Y- ¡Húngaras, eso sí que es sano!

O- Bueno, no me saqués de tema. Estábamos que la mañana siguiente se lo condimenta y se le pone un vaso de agua y una cucharada de novopren para que pegue en el doble sentido de la palabra. Eso le va a dar consistencia al pancho. El novopren es lo que le da esa capa más gruesita afuera, sino sería como la leonesa, de quien nos podemos ocupar otro día. Pero prosigo. A media tarde, como para cortar un poco lo que estás escribiendo en la computadora, agarrás y empezás a rellenar los dedos sanos de los guantes de plástico y los cerrás con un nudito, así les queda la forma. Los dejás que se enfríen un poco y al rato los metés en la heladera para que agarren consistencia con el frío de la misma. Y listo. Los podés comer al otro día, pero lo recomendable es dejarlos una semanita al menos. No mucho más, porque nunca sabés si la paloma o el gato no tenían algún germen raro.

Y- Ya los puse en la heladera.

O- ¿La mochila?

Y- Hecha también.

O- Ese es mi pollo.

Y- ¡Hablando de pollos…!

O- 4.232.

Y- Ehhhhhhhhhh. Ya nos fuimos al carajo.

O- Arrancandonga entonces. Apagá la máquina y vamos.

Y- Saludá al dibujante de mi parte.

O- Dibujante: le manda saludos su parte.

Y- No te metas con el muchacho… Si después no aguantás nada.

O- Habló Mike Tyson.

Y- 4.488.

O- ¿Con o sin?

Y- Con espacios.

O- Sí, sí. Ya está. Nos fuimos.