lunes, 29 de junio de 2009

Apología del fainá

El fainá es lo más grande que hay. Es como el cuadro de fútbol y la mina, sumados y en potencia a la ene. El verdadero fanático lo lleva en la sangre, además de en la zona adiposa del abdomen. Es un sentimiento inexplicable. Literalmente. Porque si uno va al mataburros no encuentra lo que busca. Fainá. Dos Puntos. Silencio realacadémico. Ni los dos puntos. Nada por aquí, nada por allá. ¿Qué es?*, pregunta el turista luego de consultar su pequeño diccionario de bolsillo que tampoco le da ninguna respuesta. Aunque claro que algún avispado puede decir: fainá es una particular mezcla de harina de garbanzo, agua, sal y un toque de pimienta. Pero no es suficiente explicación. Es más. Es mucho más. Como dice la murga: fainá es el imán fraterno, que al pueblo atrae y hechiza. Fainá es la eterna sonrisa, con un vaso de merlot. Fainá se nace, no se hace. I love fainá. Todos somos fainá.
Hablemos un poco sobre este noble producto. Es de perogrullo decirlo, pero para que sea fainá tiene que llevar pimienta, salvo cuando el tobogán final recomienda lo contrario. Aunque incluso en esos casos es de buen fainasero condimentar abundantemente la porción, en una sufrida en carne propia demostración de estima, valentía y preeminencia hedonista del goce por sobre el roce.
El fainá es sencillito, con los ingredientes dichos, pero también existen algunas variedades que proporcionan opciones atractivas. Entre ellas están los fainá de queso, de cebolla, de arvejas, de choclo, de panceta y de mondongo hervido. Aquí hay que detenerse en una delicatessen: el faina recubierto con abundante muzzarella. Es como un fainá premium, mejorado, el fainá Pelé.
También están las variedades dulces, que día a día suman nuevos adeptos: fainá de chocolate, de dulce de leche granizado, de arándanos con canela y de garrapiñada con pera. Menos conocidos son los agridulces: fainá de banana con maní, de salame con membrillo, de brótola con melón, y el exclusivo de roquefort con miel, semillas de girasol y mortadela en cubitos.
Agreguemos en esta breve reseña unas palabras referidas a su principal consumidor, que es el consumidor por reflejo. Éste es el que siempre pide un fainá y una pizza sin que se le pueda ocurrir otra posibilidad. Es incondicional. En la mayoría de los casos desconoce si en el bar se puede comer otra cosa. Especialmente demuestra su fidelidad cuando anda con poca hambre, deja la pizza de lado y solicita sólo un fainá. Pero ojo, que no hay que confundirlo con el consumidor alcohólico. Ese también pide tan solo un fainá, pero para disimular. Su único objetivo es ingerir alcohol, pero como siente vergüenza de su condición de alcohólico pide algún alimento para despistar, pero como todo buen parroquiano sabe, esa es una popular treta para ocultar lo inocultable, que al tipo le gusta el chupe a más no poder y que seguramente, oh casualidad, pedirá más bebida pero no más comida.
Otro punto a destacar es que el verdadero fainá es el de orillo u orilla. Es el preferido. De hecho deberían inventar una bandeja con forma de rosca que no tenga centro y aumente su superficie con vista al mar. En cualquier caso queda claro que el fainá de las regiones centrales e intermedias de la bandeja está destinado a complacer los pedidos telefónicos, como forma de castigar la comodidad pequeñoburguesa de quien no se digna a caminar hasta el boliche de la esquina y tomarse un medio y medio mientras socializa y espera el pedido.
Para terminar, lo que todo buen pizzero de ley sabe: que quien hace un fainá sin sal se pierde la propina del día. Y si no es así, debería serlo, porque no hay derecho a cometer tal atropello que luego no se soluciona por más pimienta que uno le ponga al anverso y al reverso. Así que visto y considerando, se decreta: si no hay suficiente cloruro sódico, no hay propina. Difúndase y publíquese.O al revés.

domingo, 28 de junio de 2009

El niño ñoño y la moña

-¡Hola moña! ¿Cómo estás? le dijo el niño a la moña.
Y la moña, nada. Nada de nada.
Es lógico, las moñas no hablan, al menos hasta que los japoneses le dediquen un poco de tiempo al asunto.
El niño era ñoño* desde pequeño. También lampiño. Un retoño de su papi, un brasileño trigueño dueño de un bar de antaño, con barra de estaño y un baño –al fondo a la derecha- donde todos los días algún extraño dejaba un maraño de buen tamaño que tapaba el caño. Así que cada noche el norteño con mucho empeño debía limpiar aquello.
Hasta que un día pergeñó un plan. Le enseñó a su niño a meter el puño en una bolsa de nailon y con un paño asear el caño del baño para que no quedara ningún maraño de considerable tamaño. Así el pequeño bisoño comenzó su desempeño en el bar El de moño.
El guachito –huérfano de madre, se sobreentiende- era bastante hogareño y huraño. Solo hablaba de Urano y sus satélites. Todo el día estaba Soliño. Solari. Solingen.
Aquel otoño y todo el resto del año el pequeño empuñó el paño con una bolsa de nailon cada noche, un rato antes de que llegara el sueño. Así acompañó a su papi en el negocio familiar.
Cierto día entró al bar el negro Camaño, de padre angoleño, y preguntó:
-¿Dónde está el Maño?
-Al ondo a la i-hierda, le respondió otro parroquiano que era mellado.
Allí fue y le dio la mano al Maño, que realmente era maño. O sea extremeño. De Extremadura. Coterráneo de Extremoduro. Extremo sureño de un país de ensueño.
Este fue el diálogo:
-Hola Maño.
-Hola Camaño.
-Te conseguí un corpiño de armiño.
-¡Coño, eso sí que es extraño!
-Se lo compré a un porteño.
-¿Turista esteño?
-Este no. Este ocupa un escaño en su terruño.
-Vos manejás un Scania.
-Sí, y tengo un pegotín del Sportivo Luqueño, ¿pero qué tiene que ver?
-¿Cuánto por el corpiño? Mira que empeño el rebaño que tengo en el campo del vasco Aristimuño.
El negro Camaño frunció el ceño. Le giñó un ojo al mellado que miraba de lejos y luego contestó.
-Maño, ya se que si quiero te ordeño y me quedo con tu rebaño, pero no soy tan tacaño. Cero daño, Maño. Si lo hago tiño mi reputación. Empaño mi carrera. Araño mi mejor cara. Pongo un leño en mi propia rueda.
-¿Entonces?
-Es un regalo. Con todo mi cariño. De un hijo de angoleño a un hijo de…
-¿No eras hondureño?
-Nopo.
-Me cachis.
-Salud.
-Gracias. Y te debo una, entonces.
-Queda para otraño**.
-O para hogaño***.
-Veremos, dijo Borges.

Mientras tanto en el baño el niño se ensañó con un fétido maraño que no quería cantar retirada. En eso entró el negro Camaño y lo vio arrodillado meta paño. Metió la mano en el bolsillo del pantalón buscando algo y solo sacó la moña de su hijo. Se la dio al niño ñoño que estaba meta paño y se la regaló. Luego le dijo:
-Hablale que le hace bien.
Desde entonces, cuando alguien se toma una en el bar El de moño, cada tanto siente hablar a un niño:
-¡Hola moña! ¿cómo estás?
Y la moña, nada. Nada de nada. Porque las moñas no hablan.


*Ñoño: persona apocada y de poco ingenio. Vg: El nono está ñoño; ¿viste cómo chochea?
**Otraño: en otro año. Vg: Peñarol saldrá campeón otraño.
***Hogaño: En este año, en el año presente. Vg: Hogaño subirá la nafta.

martes, 23 de junio de 2009

¡Hacete socio, criatura!

La habitación de hospital de un pequeño nacido siempre fue un desfiladero de gente. Por un lado los familiares y por otro los profesionales del centro médico en cuestión. Familiares casi todos los existentes, menos los que están peleados. Trabajadores del lugar muchos: los que llevan la comida, doctores para la madre, doctores para la criatura, personal de limpieza y cualquier funcionaria media chusmeta siempre dispuesta a opinar sobre la belleza del recién nacido.
En los últimos años a este desfile multitudinario se sumó otro numeroso grupo. Trabajadores todos, que por su elevada cantidad suplen la merma en el promedio de personas por núcleo familiar que implican estos nuevos tiempos en que para mantener el estatus social es recomendable mantener pocas bocas.
Este gran grupo -que es un grupo a pesar de no autoidentificarse como tal porque entre ellos la única relación que existe es la competencia-, hace un buen tiempo que forma parte de la fauna propia de un hospital. Se trata de laburantes de a pie, cuyo sustento sale de ir por la vida, ergo por las habitaciones, ofreciendo algo.
Tal vez la primer oferta haya sido el servicio de acompañantes para la madre hospitalizada (para el padre en cuarentena aún no existe un simil, al menos en los propios centros de salud). Luego surgieron otras ofertas: televisión a secas, televisión con conexión a los canales cable para no perderse el partido de fútbol del domingo, una cobertura sanitaria específica para el niño una vez ido éste a su hogar. Hace tiempo ya que la diversificación viene en aumento. Ahora nunca falta algún regalito a nombre de una empresa de pañales o mamaderas para ver si por ahí empiezan a cultivar la tan importante fidelidad a la marca, pues ese tipo de consumidores cieguitos son los más valiosos.
Pero lo visto el otro día en La Española rebasa todos los límites. Resulta que en ese hospital donde es director el conocido Oscar Magurno, hay una promotora que por 20 pesos mensuales afilia al niño o niña como socio de Welcome. El pequeño asociado ipso facto se hace acreedor a un set que incluye varios games: pegotín, llavero, banderín, vincha, destapador, desmorrugador y cenicero del afamado equipo de básquetbol del cual Magurno supo ser presidente en su época más exitosa. El recién nacido también se hace acreedor a dos vales. El primero es canjeable por una camiseta al cumplir los nueve años. El segundo se traduce en un tatuaje del escudo albirrojo cuando el recién nacido adquiera la mayoría de edad. También si es varoncito y mide más de 55 centímetros le hacen la ficha médica gratis y automáticamente queda inscripto en las inferiores del club. Si mide más de 60 ya lo señan y le dan dinero a los padres como muestra de buena fe (los progenitores son los que eligen si la cantidad la prefieren en dólares, euros o moneda nacional).
Esta política ha sido criticada por clubes rivales, sin embargo otras instituciones están considerando seguir el ejemplo. Existen algunas alianzas estratégicas entre equipos de básquetbol e instituciones médicas que están en estudio. Por ejemplo MP está a punto de cerrar trato con Trouville y Biguá. El Hospital Británico tiene pronta una campaña vinculada a un equipo de la Ciudad Vieja, para la cual ya se dispone del eslógan: ¡Elemental, mi querido Waston!
Por su parte dirigentes de Hebraica Macabi intentaron acordar con el Círculo Católico pero las conversaciones no llegaron a buen puerto. Debido a esto ahora están enfocados en relanzar la mutualista MIDU.
El revolucionario plan de socios welcomense también ha trascendido el básquetbol, al punto que Peñarol analiza una propuesta similar. Los carboneros están pensando llevar adelante una agresiva campaña para frenar la merma de su padrón y apuntalar nuevos hinchas de cara al futuro, convencidos que una campaña de este tipo dará más resultado que los resultados deportivos. Es cierto que no hay que tener un postgrado en marketing para darse cuenta, pero bueno, por algo se empieza, y cuanto antes mejor.

lunes, 22 de junio de 2009

El caso de los pequeños Wright

El caso de los dos pequeños hermanos Wright que hace un par de semanas torturaron hasta la muerte a sus dos mascotas, un perro y un gato, en la ciudad estadounidense de Springfield, ha producido una catarata de columnas y opiniones sobre la problemática actual de la infancia.
Mucho se ha dicho y escrito al respecto. Primero lo que se cae de maduro: la nefasta influencia de la televisión y la música de Marilyn Manson, un cóctel explosivo que convierte en infantojuveniles a nueve de cada diez niños que lo padecen. Luego el fracaso del sistema educativo estadounidense, el desapego familiar –los progenitores de los niños trabajaban 11 y 12 horas diarias- y la no aparición de armas de destrucción masiva en Irak.
Incluso un columnista del conocido Washington Daily aventuró que el desviado accionar de los menores estaba relacionado con su alto consumo de hamburguesas, cosas que debería servir de aviso a las autoridades locales, visto y considerando que ahora ya nadie tira a la parrilla un kilo de zochoris junto a unas tiras de asado y un riñoncito, sino hamburguesas de milímetro y medio de canto (por no hablar de las milanesas que venden hechas en muchos supermercados, que son comparables a un huevo frito: la clara es el tamaño aparente de la milanesa pero en realidad la carne ocupa solo la parte de la yema*).
Pero volviendo al caso que ocupa estas líneas, en lo que nadie reparó es en lo que todos hemos visto de los hemanos Orville y Wilbur: la vestimenta. En las tres imágenes que acompañaron la triste noticia en todos los cables internacionales y las páginas web de referencia, los dos pequeños de ocho y diez años aparecen vestidos iguales. En las tres. Iguales, igualitos. Misma camiseta. Mismo pantalón. Mismo peinado. ¡Ahí hay material! Dos hermanos vestidos de forma idéntica son el hazmerreír** de sus compañeritos de escuela, por no hablar de los amigos de la cuadra que son los peores.
Porque si ya es gracioso ver a dos gemelos con la misma ropa (lo cual no les favorece en nada para afirmar su personalidad y al resto de las personas para diferenciar el simpático del antipático, el inteligente del lelo y el obediente del demonio), qué se puede decir de dos hermanos que se llevan un par de años. Se ven iguales. Así ocurre que el chico dice: -Mi hermano mayor es medio gil o yo soy muy maduro-, entonces se agranda. Y el mayor: -Este pendejo quién se cree que es para copiarme la ropa y hablarle a mis compañeritas en el recreo-. De esta forma entran en una competencia sin retorno que comienza por elegir la cocoa que no tiene nata, pincharle el huevo frito al otro, ponerle pulidor en lugar de sal a la comida del hermano, matarse las mascotas mutuamente (el perro era de Orville y el gato de Wilbur). ¿Y qué viene después? El abismo, no hay más. Delitos. La cárcel (o irse a Italia para zafar). Un camino sin retorno. Por eso, padres: un consejo. Que los hermanos Wright sirvan como ejemplo de lo que ocurre cuando uno viste de manera idéntica a sus dos vástagos***. ¿Acaso no se siente observado cuando camina con ellos por la calle? ¿No ve que se pinchan el huevo frito cuando comen? Esté alerta ante estos síntomas y se convencerá. Y de paso va practicando para cuando tenga que controlar en la adolescencia los primeros puchos, vasos, fasos, rateadas al liceo y demás menudencias**** de los pibes de ahora.



* ¿Y los panchos? ¡Madre mía, cómo están viniendo los panchos!
** Hazmerreír: persona que por su figura ridícula y porte extravagante sirve de diversión a los demás. Vg: Diego Vázquez Melo, Omar Freire, Yoko Ono.
*** Vástago: persona descendiente de otra. Vg: Maxi de Cacho, Pedro de Juan, el papa Juan XI del papa Sergio III.
**** Menudencia: morcillas, longanizas y otros despojos semejantes que se sacan del cerdo. Está es la quinta acepción, pero no tiene nada que ver.

sábado, 20 de junio de 2009

Equis equis y equis y

-Voy a mandar un fax y vengo.
-Alex, no te hagas el péndex y hablá bien. Con razón tu ex te dejó por el gordo Félix.
-Es que él tenía un Rolex de oro y estaba en el negocio de Focoex, por lo cual le había prometido una casa en Guadix, con mucho decorado en ónix y sílex. Yo por entonces manejaba una fotocopiadora Xerox ubicada en la esquina de una peluquería unisex llamada Grand Prix, conocida posteriormente por el uso de Piojidex en mal estado.
-La comparación era odiosa para vos, trolex.
-Pasame el Lynx.
-¿También te vas a duchar?
-No. Es que se terminó el perfume de baño y como el dúplex este no es muy grande tampoco quiero estropear el clímax generado con una descarga de ántrax versión criolla.
-Esto es un tríplex. Además te aclaro que ya se terminó el relax. Es vox pópuli que sos casi tan fino como Obelix.
- El amo del can Idefix, gran amigo de Asterix y los demás galos. ¡A mi me gustás vos como a él el jabalí y la poción mágica del druida Panoramix!
-¡Qué piropo!
-No te quejes que aún conservo mi sex appeal de los tiempos en que me dedicaba al box y te impacté con mi bonito tórax. Todavía te acordarás de aquella noche que en la previa te llevé al cine Rex a ver un film del villano Lex Luthor y terminamos bailando fox trot en tu casa. No en vano tenés los durex corrugados esperando y encendiste el tubolux de baja intensidad.
-Por mí subite a tu vieja bici bmx y salí a pasear con Max, tu querido fox terrier. También podés ir a sacar fotos con tu cámara réflex, ponerte a mirar por Fox Sports un partido del Ayax o un devedé de Archivos X.
-La cámara es Lumix, te corrigo.
-Mejor me tomo un Plidex.
-Vos esperame que voy a manchar la porcelana y vengo. Servite un mix del vino lija ese, que está medio chuminguex, cortado con Nix en el vaso durax, pirex o lo que sea y sacá de la cartera eso que compraste en el sex shop.
-Justo lo que estaba pensando.
-Mirá que te voy a hacer ver Acrux, Bcrux, Betelgeuse y unas cuantas estrellas más. Vas a pensar que medio Bronx pasó a visitarte, seguido de una tribu sioux y una parte de los habitantes de la extinta Benelux.
-¡Ox! ¡Ox!
-¿Y eso?
-Es una interjección usada para espantar aves domésticas, ¿nunca la sentiste?
-Una vez.
-Muy listo.
-Voy a despedirme de un amigo del interior y vengo raudamente a coxcox.
-¿Y eso?
-Es una forma antigua de referirse al andar saltando en una pata, ¿nunca lo sentiste?
-Hasta ahora no.
-Dame un, dos, tres minutos, mi picadora Moulinex, que enseguida estoy contigo.
-Me das ganas de ponerme a aprender cómo usar Linux, mirá lo que te digo.
-Casi te creo.
-Cuando vuelvas voy a estar viendo algo en la Panavox blanco y negro.
-Te va a temblar del cóccix hasta el mesotórax, por lo menos.
-Sí, Obelix.
-¡Cómo te conozco! Cuando regrese estarás con el látex al alcance de la mano. Me vas a mostrar el pólex acompañado de una sonrisa y listo.
-Mirá que sos antiguo, hace mucho que no se le dice pólex al dedo pulgar.
-No se hable más. Voy a liberar a Willy y enseguida estoy contigo.
-¡Ox! ¡Ox!
-¡Así te quiero!

jueves, 18 de junio de 2009

Instrucciones para disimular una ventosidad

Hay cierta situación fea que a veces ocurre en un ómnibus. Es incómoda. Para nada deseable. Tan lo anterior como incontrolable. Ingobernable. Imprevisible. Insospechable. Impostergable. Inesperable. Inocultable. Insoportable. Infumable. Inflamable, por qué no. Así que hoy y ahora nos ocuparemos de ella. Porque cualquier ser humano se puede ver literalmente envuelto en una situación así y su gaseosolorosa consecuencia. Sí. Exactamente. Se está hablando de esas ventosidades con catinga, que apenas vienen, se van sin que podamos hacer nada, sin dar mucho tiempo de reacción.
La opción más fácil es hacerse el dormido, siempre y cuando vaya sentado. En este caso no debe inmutarse para nada con el codazo acusador de quien va sentado a su lado. Mucho menos abrir los ojos con cara inocentona ante el comentario agudo –por el timbre de voz, no por la profundidad intelectual- de ese niño ingenuo que nunca falta y le hace notar a su mamá que un olorete insoportable y caldoso le llega a sus pequeñas y simpáticas fosas nasales. Con esta acción usted también se estaría protegiendo de tener que darle su asiento a una embarazada, un anciano o un discapacitado, ya que sabido es por todos –cómplice lector- que este es el mejor método para zafar de cambiar, en un ómnibus atestado de gente, de la categoría sentado más cómodo que un cinco a cero, a la categoría dorapa solidario apretujado durante la media hora que le queda de trayecto. ¡Entre pasajeros dormidos no son vamos a despertar, colega!
Si usted va parado, cuenta a favor tener lentes negros. Portando tal adminículo tiene menos posibilidades de ser descubierto por causa de su mirada avergonzada. Otra posibilidad es generarse una distracción durante los breves e insufribles minutos que persiste en el bus el aroma que nunca saldrá de un incienso por más barato que el mismo sea.
Distracciones posibles pueden ser ponerse a enviar algún mensaje de texto con su celular como desentendiéndose de la situación, consultar algún papel o publicación que lleve consigo o sacar su radio o mp3 y perder minuto, minuto y medio cambiando lo que venía escuchando. Este tipo de acciones son para dar a entender a los que lo rodean que no percibe lo mismo que ellos, lo que a su vez hará que la envidia ajena lo posicione un escalón por sobre la media.
Por último: No hay mejor defensa que un buen ataque. He aquí una frase futbolera que bien puede aplicarse al caso estudiado, además de a cualquier otro deporte que tenga los conceptos de defensa, ataque y mejor. Por ejemplo, si usted es consciente que el nauseabundo olor que todo lo impregna proviene de su apoyadero, una buena opción es comenzar por poner cara de asombro, luego de disgusto –incluso buscando miradas cómplices entre los demás pasajeros- y rematar la actuación con una exclamación en voz alta, como por ejemplo: “¡A ver! ¿Quién comió feijoada? ¡Que convide!”. Si da la casualidad que en ese momento está hablando por celular puede decir disimuladamente, como dirigiéndose a su contertulio del otro lado de la línea: ¡Acá alguien se cagó y no fue de la risa!”. Si se tiene fe puede arriesgar más e ir más lejos. Para ello debe elegir alguna doña que tenga cerca y espetarle: ¡señora, mire que a mí me gustan los pedos, pero este que se tiró me empalaga!
Si ninguna de las opciones le convence, siempre queda la célebre retirada. Apenas perciba el insuceso –vía nasal o por presión interna- camine hacia la puerta, toque el botoncito correspondiente y como quien no quiere la cosa, haciéndose el gil (o la gila) –mitad crack, mitad desentendido- (mitad cracka, mitad desentendida) bájese del ómnibus en marcha antes de que éste frene completamente, que es como hay que descender en estos casos.

miércoles, 17 de junio de 2009

No está

-Hola. ¿Fábrica de pastas?
-Sí.
¿Está Llarín?
-Recién salió a comprar piolín, que se nos terminó.
-¿Demora?
-Sí, porque también iba a buscar calabacín, salamín y el boletín del barrio. Además, conociéndolo al muy pillín, dulcero como es, seguro que en un interín para a comprarse algún chupetín o chocolatín.
-¡Qué ruin explotador! ¡Pobre Llarín!
-El chiquilín es nuestro comodín. Hace de todo. No tiene tiempo ni para orín.
-Tan chiquilín no es. Si tiene un bulín por Malvín, y en el botiquín guarda un botellín color carmín con un elixir por si de tan borrachín que va no le funciona el pirulín.
-Creo que ese es otro Llarín. El que trabaja acá vive por San Quintín. Su padre es Fermín, uno que era espadachín y ahora toca violín, clavecín y usa peluquín.
-Ahhh. Es otro. El padre del que yo digo se llamaba Joaquín. La última vez que lo vimos vestía esmoquin. El pobre pisó un patín, resbaló, se elevó como si estuviera sobre un trampolín y se dio la cabeza contra un adoquín. Triste fin.
-La verdad que sí.
-El viejo Joaquín. Qué injusto. Quieto. Los gusanos se habrán hecho un festín. Él que era tan andarín. Conocía un sinfín de lugares. Tenía un viejo Austin con el que iba a veranear a la Laguna Merín con su esposa Evelin Marín. Viajó por Berlín, Turín, Pekín, Benin, Junín. Sabía chino mandarín el veterano. Anduvo en bergantín por el Rin. Se fue hasta la tierra de Rasputín, Lenin, Stalin, Yelstin y Putin solo para ver el Kremlin.
-De ahí también era Yashin, la araña negra.
-Si es por viejos, prefiero al negro Gradín.
-Un grande claro. No lo va a comparar con Santín, Lipatín, Sorín, Fleurquin o Serafín García.
-Por lo que cuentan, no.
-Volviendo al motivo de su llamada, el Llarín que trabaja acá es medio filipichín*, con decirle que usa calzones Calvin Klein, tiene una remera de Tribilín subido a un delfín que le encanta, en la bici puso un pegotín de Ricardo Darín, compró todas las películas de Chaplin, sabe algo de latín y le gusta pasear por las noches su mastín al que bautizó Chapulín. Creo que tiene aserrín en la cabeza.
-Nada que ver. Este otro sale en los Chin Chin, escucha tanto Patakín como Janis Joplin y de mascota tiene un puercoespín que se llama Alvin. En cuanto a gustos odia el budín inglés, nunca fue a un mitin político, no lee ningún pasquín –ni siquiera un folletín-, bebe gin y es muy afín al ayudín**.
-Entonces no. El que trabaja acá solo toma jugolín, escribe con plumín y se pasa hablando del yin y el yang. Creo que nunca arrimó el bochín, ni le pegó con el botín a ningún balón. No debe haber jugado ni al futbolín.
-¿Al futbolito?
-Cierto, es que no soy ni uruguayo ni venezolano.
-Ahhhh…
-Bueno, lo dejo.
-Como un glisín. Buscó un mocasín. Soy un arlequín. Piringundín. La estufa tiene mucho hollín. El ómnibus es de Cromin. La IASA juega en El Fortín. Me llamo Martín. Me apellido Espasandín. Ahí viene el Pato Darwin.
-Está desvariando, señor.
-Es el esplín, el maldito esplín.

FIN


*Filipichín: lechuguino, afeminado. Vg: Querido, el filipichín de nuestro hijo otra vez me gastó toda la crema para las manos.
**Ayudín: sustancia de alto consumo juvenil que “ayuda” a prolongar la noche hasta horas matinales, también conocida como mandanga. Vg: El que tiene ayudín es aquel que está en la barra.

martes, 16 de junio de 2009

Pare de sufrir

Llegó el momento de tomar decisiones de fondo en cuanto a la selección celeste. No de si hay que jugar atrás con línea de tres o de cuatro. No. Hay que decidirse si vale la pena seguir jugando. Es cierto que matemáticamente todavía podemos salir campeones del Mundo en Sudáfrica 2010, pero habría que empezar a considerar formas alternativas con las que la selección celeste nos pueda alegrar. Otra selección es posible.
Esperamos meses para jugar dos partidos y continuar la agonía. Basta de sufrir. Ser celeste puede ser mucho más divertido. Basta de hipnotizarnos colectivamente frente a la tabla de posiciones y el fixture dándonos manija de que si ganamos el siguiente de local, pellizcamos algún punto de visitante, estamos quintos yendo al repechaje contra Trinidad y Tobago y… ¿a quién le ganaron esos muertos de hambre? Ahí marcamos pasaje para Sudáfrica y si tenemos suerte con la serie y rompemos la racha de empatar el primer encuentro y que nos llenen la canasta en el segundo, estamos entre los 16 mejores y de ahí en adelante es a suerte y verdad, un partido mano a mano y quién te dice. Si el golero deja de dar rebote y el nueve la emboca, somos campeones. Nooo. Basta de masoquismo. Hay que retirarse con la frente en alto. O acaso un buen jugador de ajedrez no tiene la visión y la dignidad de tirar el rey cuando ve perdido el partido.
Si los días de Eliminatorias son un suplicio para nuestra sociedad, ¿por qué no hacemos temblar las raíces? No más derroche de dinero. No más frustraciones a los niños. No más espejismos colectivos.
Si nos quedan dos o tres buenos récords, ¿por qué estropearlo todo en 90 minutos? Brasil y Argentina nunca nos ganaron acá en partidos oficiales. Eso tiene un valor incalculable. Mejor digamos que nos cansamos del fútbol comercio, del fútbol pan y circo, del fútbol apañado. Que nos retiramos, que preferimos el fútbol amateur y la solidaridad internacional.
En cada fecha de las Eliminatorias los programas deportivos del orbe informan sobre un nuevo tropezón celeste, ilustrando la nota con alguna escaramuza y patada de esas que tanto nos enorgullecen. ¿Por qué no ser noticia positiva? Que el presentador de la CNN diga, luego de mostrar un compacto con los goles de las selecciones que se disputan un puesto al mundial de fútbol: “En medio de tanta euforia irracional, el pueblo uruguayo a través de su combinado celeste volvió a enseñar al mundo la importancia de la hermandad entre los pueblos. En esta oportunidad, el solidario representativo del país con forma de pera renunció a su encuentro de visitante frente a Brasil y sus estrellas enfrentaron en un amistoso a un equipo de los indios amazónicos que están siendo expulsados de sus tierras”.
Cuando haya una fecha FIFA, de esas que se utilizan para jugar amistosos, en vez de probar jugadores por si alguien quiere comprarlos, organizar un match por la paz en Medio Oriente, la igualdad de género o recaudar fondos para los damnificados de alguna inundación, terremoto o así.
Si la medida es efectiva, podríamos considerarla también en el ámbito local. Nos dedicamos a las ligas amateurs y listo. El que quiera ser futbolista que arranque al extranjero. Total, si igual se va a ir después ¿Dónde está el problema? De paso cañazo nos hacemos hinchas del Manchester, de Boca, del Barça o de la Juve y podemos festejar algo.
Así, las tardes de domingo los parques se llenarían de niños remontando cometas con su padre divorciado, en el día semanal que les toca pasear juntos. Las sobremesas familiares serían más distendidas sin discusiones peregrinas del estilo de si la manga por la que entran los jugadores es parte de la cancha o no.
Muerto el perro se acabó la rabia. El que quiera jugar que se anote en una liga amateur barrial, el que quiera ser profesional que emigre y el que quiera ver buen fútbol que se ponga tevé cable.

viernes, 12 de junio de 2009

Entrevista al David

¿Se saca lo suficiente haciendo de estatua?
Bueno, es un laburo bastante jodido. Primero que nada, las viejas miran mucho pero nunca te dejan una moneda. Los jóvenes se burlan. Las muchachas en lugar de plata te dejan el teléfono para que las llames.
Por otro lado están las condiciones de trabajo. La intendencia no termina de reconocer que este es un oficio como tantos. No valoran que uno lleva mucho tiempo haciendo esto y que no tengo ingresos fijos, cobertura de salud ni aportes jubilatorios.
¿Cómo son las noches en la Explanada Municipal?
Siempre hay algo para ver. Cuando no es una despedida de solteras que la novia está borracha y viene a manosearme, es un borracho que está soltero y viene a manosearme. También están los desconsolados que se acercan a llorarte la milonga y ahí tenés que bancarles la cabeza, porque si no se van a tirar a las rocas. Después está la categoría, “más duros que rulo de estatua”, que no pueden parar de hablar y dicen que me envidian mi forma de vida.
¿Es muy promiscua la ciudad nocturna?
Mirá, a mi me han ofrecido plata por tantas cosas… No siempre agarro viaje, aclaro, pero vienen regalados y regaladas. Decí que uno tiene su moral, porque sino estaría chupado de flaco y lleno de guita.
¿No le da nada de vergüenza mostrar sus partes?
Al principio sí, pero luego uno se acostumbra. Sino, preguntale a Claudia Fernández.
¿Un intendente que recuerde?
Muchos, sería injusto si te nombro alguno.
Esa respuesta parece la de un futbolista.
Es que jugué un tiempo en Sud América, pero me echaron porque decían que era durazo. Todavía me acuerdo lo último que me dijo el técnico: “David, usted es de madera, dedíquese a otra cosa”. Nunca se dio cuenta lo equivocado que estaba.
¿Ahí decidió hacerse estatua?
Claro. Mi vocación era ser futbolista, como cualquier uruguayo, pero los juicios negativos del entorno pesaron mucho sobre mi despulida personalidad y al final lo largué.
¿Tiene mascota?
No, pero adoro los gatos y todo animal que coma, mate y dañe palomas. Incluso los niños que torturan estas ratas con alas me caen en gracia.
Parece que no le gustan las palomas.
Para nada. Y a juzgar por todo lo que me cagan, yo tampoco les gusto a ellas.
¿Hasta cuando piensa dedicarse a esto?
Mirá, por cómo está la cosa, si bien no saco mucho, supongo que es mejor que nada. O sea, que hasta que me lleve la parca acá estaré. Tengo amigos que se instalaron en parques y les ha ido rematadamente mal, así que mejor sigo donde estoy. Ellos ganaron tranquilidad al principio, pero sacan muy poco; la competencia de los travestis los liquidó.
¿No le aburre estar siempre en el mismo lugar?
Sí, claro. De hecho estuve trabajando un tiempo en Rivera y Jackson, pero comencé a extrañar y opté por regresar. Había una funcionaria de la intendencia, Mabel, que era muy simpática, mimosa y cachonda. Volví por ella. Además acá hay mucho más movimiento, lo que significa más plata y más minitas, aunque Mabel se ponía celosa.
¿El frío? ¿La lluvia?
Jode el frío. Jode el agua. Jode el sol. Jode mucha gente. Joden las palomas. Pero yo prefiero mirar la mitad del vaso lleno. Me gusta ser positivo. Me quedo con el afecto que recibo de la gente.
¿Cómo sobrelleva la soledad?
Ya viví mucho, no puedo quejarme. Tuve una relación muy linda con la estatua de la Plaza Cagancha, participé de buenas orgías con los muchachos del Entrevero, incluso con algunas copas de más pasé buenos momentos con el Gaucho, pero ahora prefiero estar solo. Son etapas de la vida.
¿Algo que le moleste?
Cuando vienen a burlarse de mi y de mi trabajo. Yo intento no calentarme, pero uno no es de fierro. Creo que eso se nota. Así que hojilla con venir a romperme las pelotas.
¿Un mensaje final para los lectores?
Que usen protector, que lo del agujero de la capa de ozono no es changa.

sábado, 6 de junio de 2009

Divagaciones por una fiebre alta

¿Qué hora es? ¿Hora son? ¿Era hora es o hora son? U hora son. ¡Uhhh! Qué problema. No hay reloj para saber qué hora son. ¿Hora son o hora es? U hora es. Siempre lo mismo con la fiebre. Se complica sustituir la o por la u. ¿O la u por la o? ¿Cómo se decía? ¿Y cuando es con i? ¿Dieciocho y Ibicuy? ¿Dieciocho e Ibicuy? ¿Ibicuy todavía existe? ¿Cortaba Dieciocho? ¿Y Yaguarón? Sí, que existe. Es donde está el finado Aquiles para la rambla ¿puede ser? Yí, esa es otra. ¿Dieciocho e Yí? ¿Dieciocho y Yaguarón? ¿Y? Ahhhhh. Claro, no suena como i. Ibicuy. Yaguarón. Aquiles lanza una lanza. Y le pega en la panza a una gansa mansa. No es chanza. Es chozna la gansa. Gansa chozna. Cuarta generación de gansos. ¿Goza la gansa con el ganso? ¿Goza o procrea? Fiebre con diarrea. Qué mierda, en el literal sentido de la palabra. ¿Cuántas veces al baño? ¿Dieciocho? ¿Y qué? Cómo lanza la panza. Very shit. La fiebre. Ese poliglotismo que brota, la rechota. La redota. Artigas. Mi fiel escudero. Alcánzame el termómetro y un matecito si no es molestia. No te quedes ahí parado, José Gervasio, de brazos cruzados. Parece que estuvieras posando, Pepe. Cebame uno y dame el termómetro. Lo tenés a un metro, dale. Hola. Hola. ¿No me escuchás? ¿No comprendes el lenguaje que hablo? ¿Esperanto te sirve? ¿Guaraní? ¿Hay alguien ahí? ¿Dónde estás? No te vayas mamá. No te olvides de mí. Demi Moore, ¿qué será de su vida? Subida es un repecho. Esos pechos. Sospecho que la fiebre. ¿Una liebre? ¿Dónde? Largale los galgos, José. Los galgos. Hoy comemos puchero de liebre. Al fin carne. Al fin, Carmen. El fin, Carmen. Es el fin. Es Elvis. ¡Qué pelvis, muchacha! Sale un bis. Un biscochito. ¿Un bizco?, chito la boca. Vocalice bien, muchachito. Hay, me marchito. Esta fiebre de mierda. Y esta diarrea. Me cacho. Cacho. ¿Qué será de la vida de Cacho? ¿Seguirá haciendo el Show del Mediodía? ¿Y Cacho Bochinche? Ultratón. ¡Qué personaje Ultratón! Adentro estaría Fermín, supongo. ¡Qué buchones que eran todos! Mandaban al frente a cualquier gurí solo porque usaba chupete. Qué educativo. Igual era cosa de los milicos, que les decían, enséñenle a los chiquilines a que de chiquitos denuncien a sus amiguitos, así les ahorramos algún chichón. ¿Sería un complot cacho-militar? Uhhh… la canción aquella del bosque de la China. ¡Qué recuerdos de infancia! El fútbol a los tinguiñazos, la escondida, la moña. ¿Para qué carajo existirá la moña? Para romper las pelotas, nada más. Para incordiar pibes y generar un frente de lucha innecesario en la consabida confrontación pequeña criatura versus padres y sistema. Qué fiebre. Qué sudor. Qué ganas de ir al baño. La diecinueve sería. Si no conté mal, claro. Que visto la situación no sería tan extraño. Te extraño, baño. Me voy por el caño. Mierda. Eso mismo. Literalmente hablando. Y ya que voy, en el botiquín debe estar el termómetro. Porque si espero a que me lo alcance José Gervasio voy al muere. No muerde, tranquila señora. Está bien enseñado. Yo lo había señado, sí. Le dejé 100 pesos, ¿No se acuerda señor zapatero? Zapatero, mi zapato. ¡Ahhhhhhhh, mi zapato! Quiero mis zapatos. Alpargatas mejor, si es para ir hasta el baño. Vamos que podemos. Afuera frazadas. Estoy ensopado en sudor. Piernas, obedezcan. Al piso sin chistar. Vamosssssssssssss. Así, extremidades inferiores. Así las quiero. Zurda de porquería, porqué no habrás tenido la magia de Diego Armando. Dale, movete, atorranta. Bueno. Arriba campeón, que yo puedo. Es solo unos pasos hasta el baño. Diecinueve, creo. Pasos no, veces. Pasos son menos. Catorce normales. Once largos. Diecisiete cortitos. O mezclado. Unos largos, otros normales y otros cortitos. O mezclados de otra forma. Ahora no vamos a entrar a nombrarlas todas las combinaciones posibles. Así, arriba. De paso apago el grabador. Tal vez no es tan mala idea. Algún uso puede tener esta mierda. Esa no. Está, la grabada. Tanta divagación al pedo ojalá sirva para algo. Una notita tal vez. Quién te dice. ¡Dale índice derecho, apretá el stop! Bie….