sábado, 20 de octubre de 2012

Algo que decir


-Tengo algo que decirle.
-Y yo a usted.
-Usted primero entonces.
-No. Faltaba más.
-De Pluna ni me hable.
-No era el tema convocante, pero si quiere lo atacamos. En una de esas, quién le dice, faltaba más, más y más guita. Llegado el caso ya sabemos quién tiene que cubrir el faltante. Pero por ahora eso es una incógnita.
-Como la que le quiero plantear. Una incógnita irresuelta por quien le habla. Una incógnita sin novedades a la vista ni moros en la costa.
-Ni gato con quinta pata incluida.
-Ni cuerpo que lo resista.
-Vayamos al grano.
-Vayamos, entonces. Usted dirá.
-No. Usted primero.
-Primero las damas.
-Después el ludo.
-Veo que nos entendemos.
-Lo que yo quería decirle y perdón que me adelante, son dos cosas del Estadio. Dos crímenes contra la naturaleza humana que tuve que soportar días atrás en ocasión de la despedida del equipo olímpico del Maestro Tabárez.
-Se lo tenía guardado, porque eso fue hace unos días.
-Hay cosas que cuesta sacar: como el frío que hizo esa tarde en el Centenario, como el Cinco de Oro acumulado.
-Como moneda de un peso de arriba del mostrador del supermercado cuando la fila del cajero está larga e impaciente.
-Como moneda de dos pesos adosada al pavimento de 18 de Julio.
-Como el olor a humo en la ropa de un asado hecho adentro de un búnker.
-Como la pelota a Messi cuando anda inspirado.
-Como las ganas de comer tortas fritas cuando llueve.
-Como le venía diciendo -ahora que me hace acordar- tengo dos cosas para plantearle. Una es que adentro del estadio vendían tortas fritas a 25 pesos.
-Sin comentarios. Al paredón en el acto y sin derecho a abogado. Ni siquiera a una llamada de despedida a la familia. Con confiscación de bienes por ganancia mal habida.
-Lo otro era el temita de las viejas cornetas de plástico barato que de un tiempo a esta parte se les ha dado por inspiración sudafricana en llamar vuvuzelas.
-¿Había?
-Había.
-¿Muchas?
-Dos. Pero una estaba a un metro y la tenía un niño.
-¡Madre mía! ¡Qué horror!
-Ahí me convencí que Pedro tiene razón: hay que bajar la edad de imputabilidad.
-En ese tipo de casos, puede ser.
-Le puedo asegurar que es algo insufrible, una experiencia casi imposible de transmitir. Es como a veces dicen de la droga: para hablar con propiedad hay que haberla probado, haber pasado por eso, haberlo sufrido.
-Como perder 500 pesos en la mosqueta.
-Como un pelotazo en las partes.
-Como haber sacado un pasaje por Pluna.
-Como el 8 contra 11 siendo de Nacional.
-Como le había dicho en un principio, yo también tengo algo que contarle.
-Cuente entonces.
-Ahí está el tema.
-¿En dónde?
-En el contar. Porque resulta que el otro día me desayuné que los gurises en la escuela ya no usan ábaco. Con lo lindo que eran los ábacos con todas esas fichitas de colores y ese vaivén de un lado al otro de la maderita gracias a esos alambres arqueados. ¡Caput los ábacos!
-Capaz que las ceibalitas tienen algo parecido.
-Parecido no es lo mismo.
-Eso no admite dudas, pero hay que acostumbrarse. Es la tecnología que se viene, el avance de la ciencia, la confirmación del bosón de Higgs, el triunfo de la regla de tres y las ecuaciones pluscuamperfectas. A mí me preocupa mucho más el temor a que en nuestro país proliferen las vuvuzelas.
-Totalmente de acuerdo. Mal yo.
-No pasa naranja.
-No, pasa.
-No pasa.
-¿No?
-No.

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