sábado, 31 de julio de 2010

Rebelión en la página

Supongo que todo empieza por el hecho de que es la predeterminada. Es como cuando uno observa un partido de fútbol entre dos equipos que en verdad poco le importan, e irremediablemente siempre termina hinchando por el débil. Uno prefiere que San Marino le gane a Grecia y que Grecia le gane a Alemania. Y por un triunfo de San Marino ante Alemania seguramente uno prometa algo a San Cono aunque el santo en cuestión le genere menos confianza que el prónostico de Meteorología de acá a una semana.
Uno prefiere que gane San Marino. Que el toro le propine unas buenas cornadas al torero. Que el niño se escabulla de la madre que lo persigue rabiosa para aplicarle un correctivo manual. Que el Coyote le arranque hasta la última pluma al Correcaminos. Todos son casos en los que vencedor y vencido están predestinados o casi, por eso uno desea que la historia tenga otro desenlace.
En el caso de ella, está predeterminada, y eso es lo que jode. Después se suman otras cosas. Que no es la única, que hay otras más lindas, que en la variedad está el gusto, o que cada una tiene su lugar y su momento. Estas últimas son buenas razones, pero parece que no alcanza. Nunca es suficiente. Ella es la número una, la preferida, la impuesta, la niña mimada. La varita mágica la tocó, vaya a saberse por qué. Aunque incluso detrás de esto podría haber intereses espúreos que desconocemos, lo cual sería mucho peor. Pero eso escapa a nuestras manos y nuestro conocimiento. El periodismo de investigación todavía no nos ha señalado nada de esto, aunque bien sabemos que la censura en los medios existe y que ésta siempre está destinada a proteger a los que poderosos e influyentes que toman las decisiones. Ella respresenta el statu quo. Y uno va por la vida como oveja, acatándo sin más, sin cuestionarse el repetir cada día varias veces la voluntad ajena que nos señala que ella es la elegida y punto y sanseacabó.
Pero no. No tiene por qué ser siempre así. ¿Por qué sí? O como decía la postulante del Partido Independiente a la Intendencia de Montevideo ¿Por qué no? ¿Por qué conformarse con una habiendo tantas para elegir? ¿Por qué no cambiarla de tanto en tanto? ¿Por qué no probar con otra hasta dar con una mejor? ¿O por cambiar por cambiar nomás, como cantaba Fito Paez?
Hay que animarse. Animate. Anímate. El cambio es posible. Vaya si lo será. Es muy fácil y está al alcance de la mano. Así que no lo dudes. Mové el mouse de tu computadora. Subí la flechita. Cliqueá del lado izquierdo y cambiá. Si ellos te la quieren imponer, vos negate. Elegí. Desobedecé. Mandá a la mierda a la engreída Times New Roman, letra fea y odiosa si las hay. Rechazala. Seleccioná otra. Escribí con la que se te cante. Hay una cantidad mucho más lindas, como la Trebuchet MS, la Tahoma o la Verdana. Y pueden usarseeeeee... ¡Top!

lunes, 26 de julio de 2010

¡Qué avisen!

Nuevo grupo de presión alza la voz y hace sentir sus reclamos ante el Poder Legislativo

La Asociación Nacional de No Comedores de Aceitunas (ANNCA), como se puede deducir, está integrada por compatriotas que no ingieren la fruta del olivo. Cansados de morder empanadas de carne y encontrarse con media aceituna, decidieron hacerse oír. En un comunicado emitido en la jornada de ayer, la ANNCA exige un etiquetado especial para los productos que contengan aceituna. De hecho han elaborado un proyecto de ley relacionado con su problemática particular que será presentado la semana venidera en el Parlamento.
La creación de esta asociación y la elaboración del proyecto de ley se origina, según el referido comunicado, "porque cada vez que reclamamos nuestros derechos en los comercios prácticamente se lo toman a la risa, no nos dan bola, así que creemos que legislar al respecto sería una buena solución. Saber qué estamos comiendo es un derecho básico, una información imprescindible para la salud de todos".
El punto central de su propuesta es lograr un etiquetado claro y visible en los alimentos que contienen aceituna. "Estamos hartos de estar mofrando una empanada de carne y toparnos con la desagradable sorpresa de un pedazo de aceituna", manifestó Agustín Oliveira, vocero de la ANNCA, tras ser consultado vía facebook por este medio. "Sin ir más lejos, ayer tuve que tirar la comida. Me había comprado una porción de tarta de pollo y los muy desconsiderados de la panadería le habían encajado como cinco aceitunas enteras".
Para dar asidero a su planteamiento, la ANNCA contrató un estudio de mercado a la empresa Equipos Trufi. La muestra dio como resultado que a un 15 por ciento de los uruguayos no le gustan las aceitunas. De ellos, la mitad tolera algún pedacito muy chico que casi pase desapercibido y la otra mitad no tolera ni el menor trozo de aceituna en su comida.
"Fíjate que somos el 15 por ciento. Electoralmente podríamos tener el mismo peso que el Partido Colorado y ni hablar del Partido Independiente. Somos más que los zurdos, que todos los hinchas juntos de todos los cuadros chicos del país. Incluso más que los periodistas deportivos, por nombrarte otro grupo numeroso medio infumable", explicó Oliveira. También sostuvo que "ahora resulta que los celíacos, que son cuatro gatos locos, tienen más derechos que nosotros".
Sin duda para muchos ciudadanos este puede ser un tema menor, cuestionamiento que ya responde la ANNCA desde su primer comunicado. Según afirma dicho texto: "Sabemos que el país tiene problemas más urgentes e importantes. No pretendemos generar ninguna distracción en la agenda política. Esto no es una bomba de humo. Es algo puntual que si tiene rápido tratamiento legislativo no generaría ningún inconveniente. Se vota en un periquete y listo el pollo (sin aceitunas, je je)".
Oliveira también señaló que la aprobación de esta iniciativa serviría para posicionar a Uruguay a nivel internacional: "Es muy importante que el mundo vea que somos una nación que respeta los derechos de todas las minorías, en este caso de los que no soportan las aceitunas. Este etiquetado sería pionero a nivel mundial, lo que nos dejaría muy bien parados. Hay un mercado emergente de turismo de cruceros para gente que no le gustan las aceitunas; ellos seguro verán a nuestro país como un destino turístico de excelencia".
El proyecto de ley será presentado la semana próxima ante la Comisión de Salud de la Cámara de Representantes. Fue realizado por técnicos alimentarios vinculados a la ANNCA y cuenta con el apoyo del LATU, el MIDES, la dirección Nacional de Defensa al Consumidor, CUTCSA, la AUF, la ONAJP y la Asociación Civil Que se metan las aceitunas en el toor.

domingo, 18 de julio de 2010

Lo agridulce de las pencas

Por fin terminó. No el Mundial, sino la penca respectiva. Menudo sufrimiento resulto ser eso de apostar a favoritos. Caer en las redes de la vanidad pensando que uno sabe algo de fútbol y queren demostrarlo en público. Gran error gran. Pasar un mes sufriendo ya no por el desempeño del combinado celeste, sino por el resultado de cada partido de cada una de las 32 selecciones que pasaron por Sudáfrica. No solo de si ganaban, perdían o empataban. No. Mucho más diabólico es el asunto de la penca. Hay que pegarle al resultado exacto, para que los culones de turno que encabezan día a día la competencia no se despeguen de todos en general y de uno en particular.
Hay que decirlo. Una penca es divertida -eso es innegable- pero se sufre demasiado. Y aún anotar un buen puntaje en la penca era sufrimiento. Porque pocas cosas hay más desgradables que desear que España le haga 5 goles a los hermanos hondureños, que Brasil le gane 6 a 1 a los simpáticos norcoreanos o que Alemania le haga 4 a los australianos. Porque el objetivo ya no es que acertarle al ganador, sino al resultado, algo mucho más difícil. Que el partido termine 6 a 1. Tal cual. Esos goles y no otros.
¿Cómo puede ser que uno no haya gozado lo indecible cuando Nueva Zelanda le empató a Italia? ¿Cómo no brindar ante la eliminación de Inglaterra? ¿Cómo no alegrarse por la pronta vuelta a casa del equipo danés? Por no decir lo peor: esa sensación agridulce ante cada buena presentación del equipo del Maestro Tabárez, que con cada triunfo alegraba tanto como hundía en la penca, para qué negarlo.
Ahora que el Mundial de Sudáfrica culminó queda un gusto amargo por culpa de la penca. Esta vez los celestes cumplieron, mientras que la intuición falló como tantas veces.
¿A quién echarle la culpa entonces si el apostador de pencas mundialistas el es único animal que tropieza cada cuatro años con la misma piedra? Siempre es igual. Pérdida de dinero. Pérdida de tiempo. Pérdida de prestigio, porque todos se dan cuenta que uno no sabe un sorete a la vela de fútbol internacional. Pérdida de momentos memorables que no se alcanzan a disfrutar al máximo, como la caída del luego campéon España ante Suiza o el empate de Inglaterra con Argelia.
Lo feo es eso de perverso que tienen las pencas. Uno la hace para ganar y para ello aplica la lógica. Entonces lo previsible es lo conveniente, o sea que hay que jugarse a los favoritos de siempre, a los pillados, a los creídos, a los que la van de estrellas. Porque son los que pagan más seguro. Pero eso se da de bruces con lo que uno desaría. Con que los coreanos -sean del Sur o del Norte- derroten contundentemente a un buen equipo europeo. O los hondureños o los uruguayos, por qué no decirlo. Así que para la próxima vez, antes de sumarse a una nueva penca mundialista habrá que pensarlo más de dos veces.
Pero bueno. Para qué engañarse. Cuando el 2014 vaya promediando ahí estaremos una vez más. Completando un fixture a mano en una fotocopia o en un archivo de excel. O en un holograma, tal vez. Pero allí estaremos. Si la salud no falla. Armando a cambio de algunos pesos el pronóstico individual. Intentando aplicar lo aprendido: que siempre hay una sorpresa, que solo un par hacen los 9 puntos del grupo, que cada vez hay menos goles, que Alemania es Alemania, que siempre un semifinalista es inesperado y que tal vez un asiático o africano se mete entre los 8 mejores. Será cuestión de esperar que pasen 4 años y afinar un poco, tanto el lápiz, como el ingenio.

domingo, 11 de julio de 2010

Algo que duela *

Raparse a cero. Ir caminando de Montevideo a Bella Unión. Bañarse en pelotas en la fuente del Obelisco. Dejar de ingerir bebidas alcohólicas por un lustro. Hacerse vegetariano de por vida. Tatuarse la escarapela nacional en el medio de la frente. Saltar en paracaídas con la camiseta de Argentina. Dejar de usar celular. Abrir una cuenta de facebook, otra de twitter y postear todos los días en ambas. Donar el aguinaldo a la AUF. Leer todos los libros de Mercedes Vigil. Leer todos los libros de Karl Marx. Ir hasta La Hora de los Deportes y arrodillarse delante de Gorzy. Hacerse numerario del Opus Dei. Comprar la Rifa de Arquitectura todos los años. Empezar la dieta. Aprender de memoria todas las formaciones titulares del mundial de Sudáfrica. Depilarse de pies a cabeza. Cruzar la bahía de Montevideo nadando perrito. Renunciar al trabajo y emprender un viaje de meditación a la India. Cambiarse de sexo. Aprender a escribir con la otra mano. Hacer la cama todos los días. Ir a La Pasiva e ingerir 24 panchos con mostaza en menos de 5 minutos. Gastar 500 pesos en boletos para las sillitas voladoras del Parque Rodó y ponerse a dar vueltas hasta que se terminen (no se suspende por chivo). Asesinar algún presidente o estrella de música pop latina. Aprender chino mandarín. Alimentarse toda una semana solo con galletas de arroz y agua. Empezar a entrenar para correr un maratón. Conectarse a Internet y mirar durante 48 horas seguidas grabaciones de Don Francisco. Dejarse la barba de por vida. Quemar todas las pertenencias propias. Quemar todas las pertenencias de otra persona. Empezar a fumar hasta alcanzar el promedio de dos cajillas diarias. Convertirse al judaísmo. Ir a la Antártida y tirarse al agua con un calzoncillo con la bandera uruguaya pintada. Salir disfrazado de mamavieja en las próximas Llamadas. Pintarse el cuerpo de celeste y caminar todo 18 de Julio desnudo un viernes de tarde. Ingerir las propias heces. Desayunar polenta hasta fin de año. Mirar Telenoche 4 entero todos los días. Alquilar un disfraz de Hombre Araña y así vestido interrumpir una sesión parlamentaria. Lucir uñas pintadas -cada una de un color distinto- durante 3 meses. Poner todos los días el despertador a las 7 de la mañana de ahora hasta el partido inaugural de Brasil 2014. Intentar superar la carrera televisiva del Colorado de Omar Gutiérrez. Mandarse un clavado en las cataratas del Iguazú. Empezar a coleccionar sellos. Ir de rodillas hasta el Cerro Catedral. Dejar de escribir boludeces. Teñirse el pelo de celeste. Tener un hijo y bautizarlo Jabulani. Entrar a un velorio haciendo sonar una vuvuzela.
Algo hay que poner de nuestra parte, está claro. Aunque seamos público. No es: "ustedes corran que nosotros festejamos". Así no es. Algún precio hay que pagar por la copa si realmente la deseamos. Prometer algo que duela bien puede ser la moneda de cambio.
Si la gloriosa celeste vence en la final del domingo y somos campeones del mundo, todos tenemos que aportar nuestro sacrificado granito de arena. Que así sea.

(*) Es lunes y confianza es lo que sobra. Todavía no se sabe si le ganamos a Holanda. O sea que aún podemos ser campeones, a diferencia de otros. Pido perdón si la situación lo amerita -entiéndase si nos fue mal con los tulipanes- pero esta página debía estar escrita antes del martes. Si los de camiseta anaranjada nos dejaron afuera, querido lector, tome este pequeño texto como un recuerdo nostálgico del sueño que abrazábamos días atrás, cuando para envidia de casi todo el planeta éramos uno de los cuatro países que podían ser campeones del mundo.

lunes, 5 de julio de 2010

Chau chau adiós

Se fueron y vaya a saber uno hasta cuando. Se fueron sin fecha de volver. Con aviso previo, y como bien suele decirse, el que avisa no es traidor. Simplemente cantaron retirada por tiempo indefinido. Se tomaron el buque. Sin aspavientos. Sin alharaca. Sin fuegos artificiales ni nada por el estilo.
El pasado miércoles 30 de junio fue su último día en sociedad. Su postrera oportunidad de lucirse -nunca mejor dicho- ante los ojos de todos nosotros.
Hicieron lo que pudieron, reconozcámoslo. Porque en este país están hechos para eso. Para aguantar el vendaval el mayor tiempo posible como puedan.
Se van dolidos, está claro. Porque nunca son gran cosa, pero siempre en la etapa de la novelería la gente repara más en ellos. Hasta podría decirse que les tiene cierto respeto. Los encuentra más útiles, porqué no decirlo.
Pero ahora, cuando emprenden la retirada, pocos se acuerdan de ellos. Nadie les agradece lo servicios prestados. Nadie entona una oración deseando su pronto regreso. Nadie levanta una copa y brinda en gesto de respeto sentido. Nadie pone una mísera esquelita en la página necrológica del diario en señal de luto.
Se van sin que los lloren, que es la peor forma de irse. Sin velatorio ni entierro. Sin pira funeraria, ni nada por eso. Se van. O los van, mejor dicho. Porque si no los sacaran a prepo seguro que seguirían luchando como hasta ahora, tan solo para dejarse ver en alguna ocasión propicia.
Se van y casi nadie notará su ausencia. Pero ellos no son pocos, porque en total suman 140 millones. Sí. Algo así como un holocausto y nadie dice nada. Ninguna voz se alza ante su extinción. Porque no son una especie en extinción. Eran. Ahora son una especie extinta. C'est fini con ellos.
Así que si nadie va a decir nada, esta humilde página quiere hacerles una especie de cortejo fúnebre imaginario. Un sentido homenaje. Un respetuoso minuto de silencio de sesenta segundos. Una bandera a media asta. Un brazalete negro sobre el buzo de lana invernal. Un QEPD de todo corazón. Un que les garúe finito.
A pesar de lo que diga el almacenero o el kiosquero del barrio, que ingratamente no los aceptan hace tiempo; mucho antes de lo que deberían haberlo hecho. A pesar de los insensibles economistas que toman decisiones tan desagradables como esta. A pesar de los porteños, que para nuestra envidia provinciana, ellos sí conservan algo parecido.
Hoy quiere el destino que sea el turno de la retirada de los que iban quedando. De los que subsistían. Antes le había tocado el turno a sus hermanos menores. Ahora el último foco de resistencia se apaga. Que los velen. Que se los recuerde, porque forman parte de la historia de este país.
Así que sí. Muchas gracias por todo. Ojalá que volvamos a vernos. Aunque con esto de los bloques regionales, quién sabe. Tal vez terminen viniendo en su lugar otros parecidos, pero parecido no es lo mismo. Capaz en una próxima devaluación. Aunque para entonces la influencia porteña en una de esas nos influya más de lo deseado. Esperemos que no.
Por las dudas guardaré está última moneda de 50 centésimos. Lo prometo. Una de esas que nadie quiere. Con la carita de Artigas. Acuñada en 1998, antes que cambiara el siglo. Durante un mundial que no jugamos. Bien guardada, hasta que vuelvan los centésimos al Uruguay. Esos centésimos que se acaban de ir, sin pena ni gloria, hasta nuevo aviso. O no. Vaya a saberse.