domingo, 18 de julio de 2010

Lo agridulce de las pencas

Por fin terminó. No el Mundial, sino la penca respectiva. Menudo sufrimiento resulto ser eso de apostar a favoritos. Caer en las redes de la vanidad pensando que uno sabe algo de fútbol y queren demostrarlo en público. Gran error gran. Pasar un mes sufriendo ya no por el desempeño del combinado celeste, sino por el resultado de cada partido de cada una de las 32 selecciones que pasaron por Sudáfrica. No solo de si ganaban, perdían o empataban. No. Mucho más diabólico es el asunto de la penca. Hay que pegarle al resultado exacto, para que los culones de turno que encabezan día a día la competencia no se despeguen de todos en general y de uno en particular.
Hay que decirlo. Una penca es divertida -eso es innegable- pero se sufre demasiado. Y aún anotar un buen puntaje en la penca era sufrimiento. Porque pocas cosas hay más desgradables que desear que España le haga 5 goles a los hermanos hondureños, que Brasil le gane 6 a 1 a los simpáticos norcoreanos o que Alemania le haga 4 a los australianos. Porque el objetivo ya no es que acertarle al ganador, sino al resultado, algo mucho más difícil. Que el partido termine 6 a 1. Tal cual. Esos goles y no otros.
¿Cómo puede ser que uno no haya gozado lo indecible cuando Nueva Zelanda le empató a Italia? ¿Cómo no brindar ante la eliminación de Inglaterra? ¿Cómo no alegrarse por la pronta vuelta a casa del equipo danés? Por no decir lo peor: esa sensación agridulce ante cada buena presentación del equipo del Maestro Tabárez, que con cada triunfo alegraba tanto como hundía en la penca, para qué negarlo.
Ahora que el Mundial de Sudáfrica culminó queda un gusto amargo por culpa de la penca. Esta vez los celestes cumplieron, mientras que la intuición falló como tantas veces.
¿A quién echarle la culpa entonces si el apostador de pencas mundialistas el es único animal que tropieza cada cuatro años con la misma piedra? Siempre es igual. Pérdida de dinero. Pérdida de tiempo. Pérdida de prestigio, porque todos se dan cuenta que uno no sabe un sorete a la vela de fútbol internacional. Pérdida de momentos memorables que no se alcanzan a disfrutar al máximo, como la caída del luego campéon España ante Suiza o el empate de Inglaterra con Argelia.
Lo feo es eso de perverso que tienen las pencas. Uno la hace para ganar y para ello aplica la lógica. Entonces lo previsible es lo conveniente, o sea que hay que jugarse a los favoritos de siempre, a los pillados, a los creídos, a los que la van de estrellas. Porque son los que pagan más seguro. Pero eso se da de bruces con lo que uno desaría. Con que los coreanos -sean del Sur o del Norte- derroten contundentemente a un buen equipo europeo. O los hondureños o los uruguayos, por qué no decirlo. Así que para la próxima vez, antes de sumarse a una nueva penca mundialista habrá que pensarlo más de dos veces.
Pero bueno. Para qué engañarse. Cuando el 2014 vaya promediando ahí estaremos una vez más. Completando un fixture a mano en una fotocopia o en un archivo de excel. O en un holograma, tal vez. Pero allí estaremos. Si la salud no falla. Armando a cambio de algunos pesos el pronóstico individual. Intentando aplicar lo aprendido: que siempre hay una sorpresa, que solo un par hacen los 9 puntos del grupo, que cada vez hay menos goles, que Alemania es Alemania, que siempre un semifinalista es inesperado y que tal vez un asiático o africano se mete entre los 8 mejores. Será cuestión de esperar que pasen 4 años y afinar un poco, tanto el lápiz, como el ingenio.

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