Otro
uruguayo campeón del mundo. El pasado domingo Manuel Guillén se
coronó como el mejor en doma mecánica de todo el planeta, en el
torneo disputado en la ciudad mexicana de Jalisco. El lunes por la
madrugada aterrizó en el aeropuerto de Carrasco. La mañana
siguiente, todavía paspado, conversó con este pasquín que usted
tiene entre manos.
-¿Así
que campeón mundial en doma de toro mecánico?
-Tal
cual. Eso dice la medalla al menos.
-¿Desde
cuándo monta toro mecánico?
A eso
de los siete pirulos aprox, si no me falla. La primera vez que vi uno
supe que era lo mío. Para el fútbol era un chambón importante, así
que tenía claro que por ahí no iba la cosa.
¿Para
entonces le gustaban las domas?
Absolutamente.
Mi viejo todos los años me llevaba a la Criolla del Prado porque
siempre pasábamos Turismo en Montevideo, salvo una vez fuimos a
acampar a El Pinar con unos tíos.
Me
crié viendo domas y deseando que llegara Semana de Turismo. Eso sí,
no soportaba ver cómo sufrían los caballos con cada golpe de
espuela, rebenque o cuando se les colgaban de las crines.
-Mire
usted.
Cuando
vi algo equivalente a las domas pero sin el maltrato animal
correspondiente, supe que eso era lo que siempre había deseado.
-¿Está
en contra de las domas del Prado?
-Totalmente.
De hecho estuve repartiendo unos volantes contra eso en la puerta del
recinto ferial.
¿Dónde
aprendió a montar toro mecánico?
Empecé
acá en los parques infantiles itinerantes. Había uno que cada tanto
andaba cerca de casa; en cuanto me enteraba arrancaba para ahí y lo
hacía de goma. Mango que juntaba, mango que reventaba en el toro
mecánico.
¿Era
aguantador?
Le fui
agarrando la mano de la misma manera que se le agarra la mano a
hervir un huevo, a dónde hay poner el suavizante en una lavarropa o
a saber sacar el asado a gusto del comensal.
¿Cómo
continuó su preparación?
De
adolescente siempre estaba al alpiste por si había algún toro
mecánico en un pueblo cercano. Cuando me llegaba el dato certero
agarraba una carpa y me iba todo el fin de semana a darle a la monta.
Me escapaba de casa, porque mis viejos decían que era una reverenda
boludez lo que hacía y que para gastar la guita en eso mejor la
destinara a sustancias alucinógenas.
¿Y
el salto a la práctica como disciplina deportiva?
Gracias
a un mexicano que me vio montando en un parque de atracciones en
Atlántida. Me comentó que en su país había competencias por plata
y que sin duda me iría bien, así que allá fui.
¿Hay
categorías?
Acá
no, pero en México se compite en estilo libre, prendido a las mechas
y entequilado.
¿Qué
tal el nivel del torneo?
Maso.
Éramos cuatro o cinco mexicanos, un par de yanquis, un ecuatoriano,
un argentino y yo. Además hay tres federaciones distintas y están
todos peleados.
¿O
sea que la trascendencia del título es cuestionable?
No sé
si tanto. Le diría que es comparable a los títulos de nuestras
campeonas mundiales de boxeo.
Eso
no ayuda mucho.
Al pan
pan y Albino vino.
¿Cómo
se compite?
Es
bien simple. Gana el que aguanta más tiempo arriba del toro, que
siempre lo maneja otro competidor o sea que la cosa es con saña
pública y notoria. En mi caso me coroné luego de soportar
estoicamente durante 5 horas 43 minutos y 15 segundos. Y me bajé
porque me estaba meando, sino tiraba un poco más.
¿Y
el segundo?
El
ecuatoriano, que antes había hecho un tiempo de 5:42:17.
¿Se
puede vivir de esto?
Se
puede. Yo tengo un toro mecánico y unos juegos inflables que alquilo
para fiestas infantiles y me va bárbaro. De paso aprovecho y
practico ahí mismo. Por contrataciones, llamar al...
Perdone,
pero esto no es un espacio publicitario y si lo fuera hay que
ponerse.
Sorete.