miércoles, 3 de febrero de 2010

Cinco formas de terminar con la Guerra de las Patentes

A continuación un aporte para intentar solucionar un tema del cual este humilde escribiente tiene memoria desde que tiene memoria, o sea desde hace una punta de años: la tan mentada guerra de las patentes, que ha ocupado miles de páginas y minutos en la prensa local, así como horas y cafecitos de nuestros queridos representantes, a los que se les agradece tengan en cuenta alguna de estas propuestas que tienen en común el llegar a una solución definitiva, lo que parecería no ser moco de pavo, aunque como bien dice un grafiti capitalino, nada es moco de pavo excepto el mismo moco de pavo.


1- Una guerra posta. Basta de eufemismos. Esta guerra de patentes es una guerra fría a escala patética. Es hora de ir a la guerra en el real sentido de la palabra y comenzar a invadirse entre departamentos limítrofes. No vale realizar alianzas con potencias extranjeras, ni aceptar cascos azules, aunque sí se permiten pactos copsa (interdepartamentales). La solución llegará cuando exista un triunfador que imponga sus condiciones o cuando el estancamiento del combate culmine en la creación de varios miniestados, cosa que resultaría por demás entretenida. Alcanza con imaginarse los posibles nuevos países para apoyar fervientemente la idea. Las posibilidades son casi tan infinitas como divertidas. Imagíneselo y estará de acuerdo.

2- Una guerra de patentes literal. O sea, que cada intendente se presente en un campo neutral a definir portando una docena de patentes afiladas y que se empiecen a tirar como si fueran bostazos cuando uno es joven y hace cosas que no debería. Luego de un par de horas de combate se observa el estado sanitario de cada uno de los contendientes y en función de ello se elabora un ranking (el 1 es el más sobreviviente y el 19 es el peor muerto), a partir del cual cada departamento tiene un valor preestablecido para su patente de rodados según el puesto que ocupe.

3- Una guerra con cartas. Jugar una guerra con naipes españoles entre todos los intendentes. El que no sabe jugar queda eliminado de inmediato por belinún. Usando ochos, nueves y comodines les tocan dos cartas a cada uno; el resto quedan en el mazo, tan solo para ser utilizadas en caso de guerra -empate con cartas del mismo valor- entre uno o más contendientes. El ganador cobra una patente más baja y los 18 restantes cobran todos la misma.

4- Una carrera de caballos. En fecha cercana a la fecha realizar una carrera en el hipódromo de Maroñas, donde cada departamento presentará un pingo representante y su correspondiente conductor. En dicha carrera se puede emular a las de Meteoro, es decir que vale todo para dañar a los corredores rivales y así sacar ventaja para llegar en mejor posición a la meta. El primer departamento que atraviese la línea fija la patente más baja y así en orden hasta el número 19. Los caballos muertos se contabilizan según el lugar donde estén caídos.

5- El sentido común. Se dejan de romper las pelotas y fijan un plazo para lograr una decisión consensuada, transcurrido el cual si no se ponen de acuerdo viene un verticalazo y listo el pollo. Da lo mismo si el mismo consiste en un decreto presidencial, una sentencia del tribunal de La Haya, una resolución de la Asamblea General de la ONU, el Comité de Penas de la FIFA, la Asamblea de Gualeguaychú o el jurado de los premios Goya. Seguro que la ciudadanía no va a ponerle demasiados peros al asunto. Y santas pascuas, como diría el nacionalista Gustavo Borsari.

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