sábado, 2 de octubre de 2010

Total oscuridá

Pintó apagón. Pará. Voy a cambiar la times new roman por otra letra más simpática. Listo. Sí. Apagón mismo, como en los viejos tiempos. Y los apagones son como la lluvia: te hacen empezar a filosofar o embolarte al máximo. Uno comienza a pensar sobre cómo sería el mundo sin electricidad, algo así como el fin de la civilización tal como la conocemos y le dan unos chuchos de emoción incontenible. ¡Si habrán pasado generaciones que se quedaron con las ganas de ver el fin del mundo!... y uno acá, dándose el lujo de desaprovecharlo. Porque puede ser el fin del mundo. ¿Quién puede negarlo? Tal vez los rusos comunistas... No, eso era antes. El panameño Noriega... No. ¡Cómo lo atendieron a ese! Capaz que Saddam Hussein con sus armas de destrucción masiva... Tampoco. Ya es fiambre. Pensar que prometía el pibe... Parece mentira cómo pasa el tiempo. En fin. En una de esas es el colapso previsto del mundo actual. Se terminó el petróleo, más eso de los transgénicos, lo de la soja, Botnia, la mortandad de los peces, el deshielo de los polos, los pingüinos empetrolados, el no pago de la deuda externa, el revoltoso de Chávez que se juntó con el otro iraní, el diluvio universal segunda edición... ¡Vaya uno a saber! La cuestión es que el mundo está llegando a su fin y uno fiel testigo para contarlo. Pavada de privilegio. Apagón mundial. Explotan todos los reactores nucleares. Se rompen los embalses de las represas. Sale campeón El Tanque Sisley. El fin del mundo, en pocas palabras. Todo el planeta a oscuras. La gente encanutándose latas de conversas, caña brasileña, ticholos y matándose a piacere. Defensor que hace 9 goles en un torneo internacional. Baja el precio del boleto y del kilo de carne picada, hay frutillas baratas todo el año y cosas por el estilo así de raras e infrecuentes.
Aunque capaz que es un simple apagón, en un par de horas se termina y el lunes toca ir a trabajar de nuevo, en punto, empezar la dieta que entró la primavera, soportar el ómnibus atestado de gente justo ahora que arranca de nuevo el calorcito. Y si es un apagón más, uno de tantos, uno de mierda, mejor ubicar la vela más cercana y dejarla bien paradita en la primera tapa de bollón que esté a mano. Y si es un apagón de morondanga, es ser como un poquito ciego y un poquito aventurero, además de bastante mala liga, porque ahora apagones lo que se dice apagones hay poco y nada, pero tá, a alguien le tiene que tocar y en esta lotería que es la vida, esta tómbola de ausencia temporal de energía eléctrica, pintó redoblona, aunque en una de esas quién te dice y es el fin del mundo mismo, que sin duda algún día va a tocar y mejor verlo a que te lo cuenten, como todo. O casi todo digamos, sin entrar en detalles. Mejor ver caer las primeras bombas, el saqueo de tiendas en búsqueda de productos de primera necesidad como ser pan con UB40, galletitas lulú, teléfonos celulares tribanda, televisores de plasma o plasma -como se diga-, o mp4 que eso sí que es un gran invento.
Sea como sea, mejor prender esa vela blanca larga y sin estrenar que uno creía haber comprado absolutamente al santo botón y sentarse a esperar a ver qué pasa, que no anda el microondas ni el devedé así que se complica para cocinar algo, el teléfono inalámbrico está inutilizado tanto para llamar al delivery de la pizzería como para comunicarse con alguien para saber dónde cayó la primera bomba, además internet no está utilizable, uno está desinformado, desconectado. Decí que por suerte hay una caja de fósforos a mano y si no es el fin del mundo le pega en el palo, porque se largó a llover y no queda claro si son gotas grandes, langostas bíblicas o explotó el colector.

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