sábado, 18 de diciembre de 2010

Pipi in the tree

Es una clara muestra de simbiosis entre mundo animal y vegetal. Más exacto aún, entre hombre y árbol cuando ambos viven en comunidad compartiendo un mismo espacio. Así que vayamos sin demoras al meollo del asunto.
Por un lado tenemos pobres hombres con la vejiga a punto de reventar. Por otro lado tenemos pobres y enormes árboles casi acogotados, con una ínfima superficieo de tierra alrededor rodeada de cemento, baldosas, paredes y pavimento. Hombres con excedente y árboles necesitados de vitalidad.
Ocasionalmente se puede ver esto en cualquier arteria de la ciudad. Esa particular situación en la que ambos -árbol y hombre- se complementan. El ser vegetal es sostén y reparo. El ser humano, nutriente y compañía. Esto último siempre y cuando uno le cuente algún chiste o anécdota mientras tanto, ya que es sabido por todos que hablarle a las plantas les hace bien. Las hojitas salen más verdes y dicharacheras.
Entonces: ¿si ambos se benefician, dónde está el problema? Extrañamente el único inconveniente se origina en uno de los miembros incluidos en el asunto. En cierta estrechez mental de parte de la sociedad que reprueba algo tan natural y provechoso como que uno orine en un árbol cuando tiene la panza hinchada.
Porque ahora resulta que la juventud se está acostumbrando a mear los contenedores de basura y dejar un olor nauseabundo en el lugar, seguramente despreciando algún plátano cercano que lo espera presto de ramas abiertas para recibir esos nutientes que tanto bien le hacen.
Es tiempo de sincerarnos y dejar atrás la hipocresía. Tiempo de noches largas, calorcito, cerveza, sidra y ananá fizz. Hay que decirlo con todas las letras: abcdefghijklmnñopqrstuvWxyz... No hay nada más agradable que mear junto a un árbol. Además es beneficioso. El regocijo es compartido. Es más, en estos tiempos de tanto reducir, reutilizar, reciclar y desarrollo sostenible, deberían existir campañas de bien público para terminar con semejante derroche de nutrientes.
Claro que alguno se preguntará qué pasa en el caso de las féminas. Pues igual. Convengamos que no es exactamente el mismo espectáculo, pero en pro de la igualdad de género podemos saltearnos la parte estética del asunto. Sólo es cuestión de acostumbrarse.
Eso sí. Una cosa es pipí y otra popó. Tiempo requieren las cosas y aceptar que la gente decore de heces el arbolado público ya es too much*. La sociedad pacata todavía no está preparada para tanta simbiosis entre seres vivos ni para tanta vanguardia cultural. Porque también se lo puede ver así. Una imitación de caquita made in la Casa de los Chascos en la oficina vaya y pase. Incluso un sorullo d a de veras en algún museo de arte moderno, se acepta. Pero nada de andar nutriendo gratuitamente los árboles de la ciudad. Eso no. Ni por asomo. Esa batalla cultural queda para más adelante. Para el futuro no inmediato. Más lejos. Como para cuando baje el recibo de la UTE y ANTEL, por ejemplo.

(*) Too much: mucho, demasiado. Vg: ¡No te aguanto! ¡Que el Goyo diga que es demócrata es too much!

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