jueves, 29 de noviembre de 2012

Una forma de pasar a la posteridad


Maneras de pasar a la posteridad hay muchas. Ser el primero en pisar la Luna. Hacerle un gol en la hora al América de Cali. Matar a John Lennon. Escribir Don Quijote de la Mancha. Cortarle el pene a tu marido. Tirarle un zapato a George Bush. Que bauticen una calle con tu nombre.
La enumeración puede ser tan extensa y variada como pudridora, así que por acá nos quedamos. Motivos hay miles. Unos más validos que otros. Unos más presentables que otros. Pero el resultado es similar: todas esas personas permanecen en el recuerdo del resto de sus congéneres.
Algunos nombres se pierden, también es cierto. Por ejemplo el del periodista iraquí que le tiró con sus zapatos al presidente yanqui nombrado anteriormente y le erró. Una verdadera pena.
Otras personas tienen la suerte de pasar a la posteridad gracias a su nombre. A su sonoridad, por ejemplo. O a su similitud con algún otro vocablo. Gente que si no fuera por el gran traste de tener el nombre que les tocó, nadie se acordaría de ellos o casi. Esa suerte les valió pasar a integrar el lenguaje cotidiano, lo que no es poco. Por mucho menos más de uno hubiera pagado varios billetes.
Incluso buena parte de quienes tienen esta suerte quizás nunca se enteraron de su suerte. Así que acá van varios ejemplos (por si de pudo pero se topan con esta página). Un listado inconcluso y antojadizo que seguramente podría continuar en sus ratos libres algún miembro honorario de la Academia Nacional de Letras y publicarlo en la revista correspondiente.
En una primera categoría que es la de hoy, en virtud de estar en un país tan futbolero como el del propio campeón de América, vamos a citar a varios futbolistas que no fueron citados por Tabárez. Vamos a citar un puñado de footballers players ya retirados, no sin antes pedir disculpas por el chiste previo que deja bastante que desear.
Primero dos rioplatenses que vienen de la mano: Ricardo Enrique Bochini y Walter Pelletti. Bochini… bocha. Peletti… pelado. Se entiende fácil el concepto. Además el propio Bochini era Bochini, así que la idea se reafirmaba en el portador del nombre.
Hagamos un paréntesis acá. Una pausa para referirnos a esa simpática manía –aunque en ocasiones malamente desgastada- de inventar apellidos con desinencia italiana. Vayan Trolombatti y Cornichelli como dos buenos ejemplos. Aunque también hay algunos verdaderos que se dejan usar, como Paganini –por pagar-, en ocasiones citándose a la firma local Paganini Rossi.
Volviendo al balompié, es decir al fóbal, también tenemos al expapal y exaurinegro Sergio Panzardo. Barbado, alto y flaco, contradictoriamente su apellido ahora sirve para referirse a las personas de prominente abdomen. Verbigracia para el caso, dicha de un mal amigo hacia otro pasadito de kilos: ¡Miren quién entró a la cancha! ¡Sergio Panzardo!
Un conocido tricolor que dicen que anda por los EEUU. El Chango José Luis Pintos Saldanha, cuyo apodo coincide con una forma despectiva de referirse a las mujeres que trabajan en la calle en formato empresa unipersonal de esquina o simplemente mujeres que no son muy agraciadas o incluso ambas cosas a la vez y ahí la tarifa debería ser menos aunque depende de la hora.
Después tenemos al extinto player colombiano Albeiro Palomo Usuriaga, por aquello de llamar paloma a quien a vista de todos es un perejil de proporciones, alguien medio quedi como se suele decir a veces.
También podemos citar aquí al camerunés Ciril Makanaky, que disputó el recordado partido inicial de Italia `90 cuando el sorprendente seleccionado africano –muchas gracias- venció 1 a 0 a la Argentina de Diego Armando. ¡Qué Makanaky! –dijo alguien- y desde entonces quedó la expresión susodicha.
Por último recordamos en este espacio a Osvaldo, oriundo del futbolístico terruño darsenero. Que no es nada del gaucho pantanoso Fabián aunque comparten el apellido. ¿Y qué Osvaldo va a ser? Obvio, Canobbio.
Y ta. La dejamos por acá. ¿Pero esto es todo? Ni ayrton, que conste.

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