sábado, 22 de agosto de 2009

Insomnio de 20 por 20

Querido diario:
Como bien sabés hace dos noches que no puedo dormir. Hay una interrogante que no me deja pegar un ojo. La misma que no me deja pegar el otro ojo. La misma que no me deja pegar los dos ojos a la vez.
Como sabés bien, de vez en cuando me hago grandes planteamientos que terminan horadando mi rutina diaria al punto que todo se ve trastocado. Cambian mis horas de sueño. Pierdo el apetito. Me vuelvo huraño. Voy al baño más de lo normal, por hache o por be. Me olvido de darle de comer a los peces, por lo que al domingo siguiente tengo que ir a la feria de Tristán Narvaja. No saco a pasear el perro, porque no tengo, pero me vienen ganas de tener uno al menos para hablarle de a ratos. Dejo de comunicarme con el mundo. No reviso mi correo electrónico. Incluso falto al trabajo y no salgo ni siquiera a realizar compras. Son días en que subsisto y existo a base de lo que hay en la alacena. A la cena me basta con maní y un candel de postre. Y café claro. Vos sabés que soy cafeinómano al punto de inyectarme este elixir en la yugular más próxima de tanto en tanto. Tengo claro que no hay que abusar y que los extremos son malos, particularmente los de Peñarol. Tampoco me preocupo por reponer papel higiénico. Si se termina echo mano a los pañuelos descartables, a las servilletas multiuso, a algún diario viejo y por último a los papelitos diminutos que guardo de mis paseos por 18 de Julio. El que es guarda siempre tiene (cambio).
Retornando al asunto que me tiene en ascuas debo explicarte, caro diario, que antenoche, apenas me acosté, comencé como casi todas las noches a repasar mentalmente la agenda del día siguiente. De golpe una duda me vino a la mente. ¿Por qué siempre las canillas de agua caliente están del lado de la Colombes -mirando la Olímpica de frente- y las de agua fría están del lado de la Ámsterdam? ¿Quién, cuándo y dónde fijó esa arbitrariedad? ¿Tiene alguna explicación lógica o es una convención que podemos replantearnos como sociedad? ¿No tendrá algo que ver con el manido tema del calentamiento global?
Por suerte las respuestas llegaron tras hacer un fondo blanco de café servido en un vaso rebosante de requesón. ¡Qué invento esos vasos! ¿Quién no tiene armada su cristalería en base a envases de queso de untar. Aunque hay unos que tienen unas rayitas y no están tan buenos como los otros... pero igual sirve. Te decía, que una vez resuelto el tema de las canillas -si te interesa otro día te cuento- me volví a acostar para conciliar el sueño. Algo llegué a dormitar e incluso me puse a soñar levemente con un viaje paradisíaco a la Polinesia Francesa. En dicho sueño estaba acompañado de una lugareña y bebíamos ron en un coco, hasta que de golpe una especie de gran aspiradora me quitaba de ahí y segundos después me depositaba en una fría tarde caminando por una desierta vereda montevideana. Ahí, cabizbajo, cabizcaído y cabizmordido miré al suelo y quedé petrificado. Me petrificó la misma duda que me despertó y que aún ahora subiste en mí: ¿Por qué las baldosas más difundidas son las de 20 por 20? ¿Por qué no las tamaño azulejos, ni las que con tres hacés un metro? Y más aún: ¿Por qué entre este tipo de baldosas las más difundidas son las grises con cuadrados? ¿Por qué tienen que ser cuadradas y no rectangulares? Tamaño intermedio, forma complaciente, color más triste imposible. ¿Serán nuestras baldosas más numerosas, las de 20 por 20, un signo de nuestra idiosincracia? Porque no usamos grandes ni chicas: usamos las medianas. No usamos coloridas. No. Casualmente usamos grises. Ni tampoco rectangulares -por no considerar otras formas más copadas-. Noooo. Usamos cuadradas. Entonces, ¿qué relación hay entre una sociedad y sus baldosas? ¿Somos grises, cuadrados y ni muy muy ni tan tan como ellas? ¿Ehhh, diario de mierda? RSVP, que tengo poco PH.

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