jueves, 21 de enero de 2010

Ojo con el nombre del perro

Diría Jaime, estamos rodeados. Por negligencia o intencionalidad, parecería que los pirómanos nos acechan desde todos lados.
Pero… ¿qué es un pirómano?, más allá de lo que la propia palabra indica (apócope de la expresión “¡piró hermano!”). Un pirómano es un amante del fuego, que termina generando incendios. Es un asador empedernido al que no le alcanza un simple mediotanque o una parrilla tamaño las del Mercado del Puerto.
Visto los problemas que estos seres y estas seras producen, lo mejor es implementar un Sistema Nacional de Identificación de Pirómanos, en la órbita de los Bomberos. Porque al igual que ocurre con los delincuentes, que puede reconocérselos por las medidas de su cráneo o por su accionar en edad escolar, hay síntomas indiscutibles que señalan a los pirómanos.
Vaya como primera sugerencia obtener un listado de los que participaron como asadores del asado más grande del mundo que se hizo en la Rural del Prado. Al escuchar cuánta madera se iba a quemar se les haría agua la boca. Seguro que de esa lista sale más de un nombre.
Pero vamos a adentrarnos ahora en algunas señales que pueden servir para su identificación, así cualquier ciudadano puede aportar nombres de sospechosos al SNIP.
Una forma básica de diferenciarlos es si se exceden en la leña que usan. Por ejemplo en una estufa hogareña o quematuti, o más notoriamente, si para hacer unas pocas hamburguesas del ancho de una moneda de cinco pesos utiliza más de un atado de leña.
Si usted tiene acceso al hogar del sospechoso busque algunas señales. Si en la cocina encuentra varios encendedores, cajas de fósforo, pistola de chispa, pastillas para iniciar un asado, querosén en botellas de medio litro y fósforos grandes tamaño pancho extralargo, no dude en comunicarlo al SNIP. Y si ve que pone varias de estas cosas en la mochila antes de irse de vacaciones, mucho más.
Si en época estival está acampando con un supuesto pirómano, luego de un fogón nocturno, ofrézcale asegurarse que el fuego queda bien apagado utilizando el tradicional método masculino de orinar sobre las brasas. Si se niega alegando que no quiere molestar a nadie con el olor resultante, desconfíe y esté atento a nuevas señales.
Pero también es bueno saber que hay síntomas que se pueden apreciar desde la infancia, al igual que parecería ocurrir con la delincuencia si se pondera correctamente la situación social y las medidas del cráneo. Según la predilección de la criatura en navidad y fin de año, se puede predecir esto. Un niño pirómano preferirá, apenas camine, las bengalas y ya más crecido los volcanes. En la adolescencia se posesiona con en la quema del judas y además de bombas brasileras colabora con astillas de monte nativo.
Si tira chasquibumes, peditos de vieja, metralletas de 200 tiros y luego bombas brasileras, ese no es pirómano; más bien se trata de un potencial hinchapelotas, un ser que en su vida anterior fue gallo de balneario turístico con desajustes internos que le hacen cantar a toda hora, especialmente cuando uno se acuesta con los primeros rayos de sol o intenta dormir la siesta bajo un buena sombra.
Mientras que los niños que prefieren arrojar cañitas voladoras primero, en épocas de crisis emocionales tiran buscapiés y finalmente de grandes se especializan en torres de luces, estos tienen baja autoestima y buscan el reconocimiento de sus vecinos de cuadra, del barrio y de la sociedad toda.
O sea que quien reconozca a un potencial infantopirómano en función de lo anterior, no dude en comunicar su nombre y dirección al futuro SNIP.
Por último, una pista infalible. Si el sospechoso tiene un perro llamado Nerón, agárrelo del brazo y llévelo usted mismo al cuartel de bomberos más cercano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario