Ante el inicio de una
nueva temporada estival, un grupo de bellas ecologistas se congregó en nuestra
principal avenida para intentar sensibilizar a la sociedad sobre el maltrato
que cada verano sufren las medusas. Para esto utilizaron el método más
llamativo: se despelotaron.
Plaza Cagancha. Tarde de lunes caluroso. Hora pico (las
cinco y pico). La gente pasa a toda prisa apurando las últimas vueltas antes de
iniciar el regreso a casa. En eso una docena de hermosas jóvenes se detiene
junto a la Columna de la Paz y pelan. Sí. Tal cual. Se despelotaron ahí, entre
el hollín del transporte colectivo y la mirada lasciva de los transeúntes.
Prácticamente al mismo instante cada una de ellas comenzó a
caminar llevando un cartel en alto. Algunos con mensajes bien directos:
“Asesinos”, “No al exterminio de las medusas”, “¡Dejá vivir! Naides es más que
naides”. Otros más yo que se qué: “¿Vos te crees viva? No mates esa aguaviva”,
“Si te gusta la almeja, respetá la medusa”.
Luego comenzaron a repartir volantes a medida que accedían a
fotografiarse con turistas y demás curiosos que se acercaban presuntamente a
interesarse por el asunto y solidarizarse con la causa.
Minutos después de culminada la singular movilización una de
las voluptuosas muchachas habló con este prestigioso medio para explicar la
posición del colectivo ante lo que catalogan como una “matanza sinsentido”.
Marianela Bustos, integrante de la ong VQTQV (Verde que te quiero verde) –también conocida como “la ong capicúa”-, sostuvo: “queremos que la
gente tome conciencia sobre la gran amenaza que sufre la colectividad de las
aguavivas uruguayas durante el verano. Son animales como cualquier otro, por lo
tanto merecen el mismo respeto que los osos panda, los cachorros de ovejero
alemán, los monos tití o las cruceras”.
Según afirmó Bustos “cada verano en nuestras costas se
asesinan más 500.000 medusas y nadie dice nada. Es más: se las mata casi como
gracia. Hemos llegado al absurdo de que si tirás el envoltorio de un helado
palito capaz que alguien se acerca a decirte que estuviste mal o al menos te
miran raro, pero si empalás una aguaviva al mejor estilo rey persa Darío I
nadie dice nada”.
Beatriz Galíndez, otra de las portentosas ecologistas,
destacó que el Estado continúa omiso al “medusidio” que se sucede año a año.
“Salvavidas para las aguavivas”, decía el cartel que portaba en sus manos.
“Está todo bien con eso de que el turismo es una industria sin chimeneas, un
turista un amigo y darle un ramo de flores al número 3.000.000, pero eso no
puede transformarse en vía libre para exterminar una raza de hermanos
gelatinosos”, explicó Galíndez.
“Si una medusa te pica te produce un ardor por un rato y
punto. Sin embargo en respuesta el turista promedio la mata. Acá no entra el
concepto de legítima defensa. Sencillamente es una defensa desproporcionada que
no se justifica bajo ningún concepto”, sostuvo Galíndez.
La movilización duró aproximadamente media hora. En ese
período los flashes fotográficos no dejaron de dispararse y los curiosos de
acercarse al asunto. Luego las chicas se vistieron y se retiraron, despedidas
por una mezcla de aplausos, silbidos,
piropos de diverso calibre y tarjetas personales.
Entonces Galíndez expresó un último concepto: “Lo que pasa
es que todo el mundo se sensibiliza con animales simpáticos como los osos panda
o el venado de campo, pero nadie se mueve por otros tan importantes como las
medusas o los tábanos”.
Precisamente la “ong capicúa”
prevé lanzar para Semana de Turismo una campaña de concientización sobre el
respeto a los bichos bolita, que están en peligro de extinción porque los
gurises chicos se los confunden con garrapiñada.
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