sábado, 18 de abril de 2009

Delivery con paraguas

Acá no hace plata el que no quiere. Solo hay que tener una buena idea y con perseverancia llevarla a la práctica.

El otro día estaba lloviendo. Gris. Feo. Ventoso. Feo lo que se dice feo. ¿Un día para qué? ¿Una tarde para qué? Si se hace una encuesta gana por paliza. Nueve de cada diez responderán lo mismo en una fracción de segundo y el décimo seguro que es extranjero o vegetariano.

Sin embargo todavía nadie se puso a hacer guita con lo que desea el 90 por ciento de la población. Pavada de mercado potencial. Toda una ciudad dispuesta a comprar. Toda una ciudad dispuesta a pagar lo que toque, más aún en ciertos barrios, pudientes pero uruguayos al fin y al cabo. Al Cabo… ahí se puede solucionar con una franquicia, porque en el Cabo (Polonio), un día  invernal lluvioso y con viento, te regalo el servicio de delivery*. Pensando en el Cabo en invierno y en las localidades del Interior del país durante todo el año, el sistema de las franquicias iría bien. Funciona así: la idea es mía, te cuento más o menos como es el laburo, te dejo currar con el nombre de la empresa y recibo cash por no hacer nada.

¿Delivery de qué? ¡De qué va a ser, un día frío y lluvioso! Delivery de tortas fritas. ¿Quién no pagaría 5 ó 10 pesos por una buena torta frita si se la llevan calentita a la casa un día de temporal? Eso sí, tiene que llover. Es como que medio zafral el negocio, pero es genial.

Se pueden hacer promociones para arrancar. O inventar la 2 por 1 si es fin de mes. Sacar del aceite hirviendo tortas fritas de colores, con formas a pedido del consumidor, rellenas de queso o dulce de leche, con sabores más fashion tipo frutos del bosque, arándanos o caviar. Tortas fritas con marihuana (que seguro se van volando). La línea saludable, con tortas fritas light, bajas en colesterol y sin sal.

Pensando en el público infantil: la tortita feliz, por ejemplo, que puede venir en una cajita acompañada de unos caramelos candel, un chifle y un autito de plástico chino berreta, no sea cosa que nos salgamos de presupuesto.

Otra. En el día de la madre, si San Pedro está lavando el piso, le enviamos unas flores y unas tortas fritas. Si es el día del padre, una revista vieja de El Gráfico y unas tortas fritas. En el día del abuelo, una chata y unas tortas fritas.

El etcétera es largo. Las posibilidades están ahí y son infinitas. Sólo hay que ponerle cabeza; además de harina, grasa, sal, agua y si desea leche, huevo o polvo de hornear.

Incluso si el negocio funciona y las franquicias abundan y los dineros entran, para promocionar la imagen de marca se puede crear un premio: la torta frita del año. Paso seguido idear eventos como la semana de la torta frita, donde podría tener cabida el festival de música de la torta frita. Abrir el museo de historia de la torta frita, interactivo por supuesto.

Si todo sigue viento en popa –y llueve, porque no olvidemos que para que la gente quiera comer tortas tiene que llover- puede venir la expansión al extranjero. La diáspora charrúa con euros es el primer objetivo. Luego Londres, los países nórdicos. Ahí hay un mercado potencial ávido de probar sabores exóticos y sumarlos a su variada dieta multicultural. Clima frío, agua, billetitos. Las condiciones están dadas. El mundo espera al delivery de tortas fritas.

De ahí al deporte. Asociarse al éxito y lo popular es fundamental. Publicidad estática en el estadio, patrocinar la selección, regalarle una bicicleta a Wynants, auspiciar alguna murga. En lo social: donar la producción que quede de clavo de un día para otro a comedores infantiles.

Y el broche de oro, una publicidad que fije en el imaginario colectivo de los compatriotas el buen nombre de la marca: ¿Hasta dónde serías capaz de ir un día de lluvia para llevarle una torta frita a un amigo? El flaco sale caminando bajo un temporal de agua y viento, va a un aeródromo, se sube a un avión destartalado, este aterriza (por suerte) y ahí, en medio de la nevada, el tipo súper abrigado con la torta frita humeante en la mano congelada, se acerca a un rancho, a pesar de la tormenta se alcanza a ver una bandera flameando, es la enseña patria, llega al rancho, golpea la puerta con su nudillo, sale una mujer, agarra la torta frita emocionada y se pone a comer. Atrás se ve el cartel: Base Antártida Artigas. Un pegue. Eso sí, no tiene que estar enchumbada en aceite porque se jode la idea.

 

(*) Delivery: Servicio de entrega de una compra allí donde esté el consumidor. En criollo: que lo traiga el guacho de la motito así uno no chupa frío. Es un sistema muy utilizado por la juventud en transacciones no gravadas con impuestos. Vg: la pizza los viernes de noche y las susodichas transacciones juveniles.

1 comentario:

  1. ajajajaaj genial! hoy es miercoles de un dia lluvioso y gris en buenos aires, estoy en la oficina tomando mates.se me vino a la cabeza "uh que lindo unas tortafritas calentitas!".
    habra delivery? se me paso por la cabeza...googlie las palabras delivery+tortas fritas y voala!! me saliste con una idea genial jaaj si no fuera porque dependes mucho del clima es un negocion!!!yo estaba dispuesto a pagarlo jaja

    lucas

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