sábado, 24 de octubre de 2009

Las valijas con rueditas

Aunque este parezca un tema menor no lo es. O sea, relativizándolo no lo es. Claro que hay cosas más importantes como solucionar el hambre en el mundo o el calentamiento global, pero puestos a comparar hay otros infinitamente menos trascendentes. ¿Cuánta tinta se gastó en 1999 para ver si el último día de ese año se cambiaba de siglo o no? ¿Cuánto se discutió si el Chino Recoba sabía levantar centros o no? ¿Quién se acuerda de la inutilidad del debate de si era positivo o no que la televisión empezara antes de las cinco de la tarde?
El asunto de las valijas con rueditas no es nuevo, pero hay que reconocer que poca o nula atención se le ha prestado, cuando alcanza a ser algo tan determinante en la calidad de vida de muchas personas, que a su vez tiene consecuencias en la salud y la economía del país.
Lo de la salud es notorio. Evita más de una hernia, pues libera al propietario de la valija del peso de la misma por una simple ley de física que no viene al caso desarrollar en estos renglones, aunque el escribiente se la sabe al dedillo.
En cuanto a su influencia económica tiene dos caras. Por un lado promueve el ahorro, pues el portador de la valija no debe pagar propina a nadie cuando llega a un aeropuerto. Pero por otro lado es negativo, pues se afecta de forma notoria el jornal de los muchachos portamaletas y de los trabajadores de las fábricas de carritos para llevar las valijas, que como se usan menos, se rompen y compran también en menor cantidad. O sea que si bien las valijas con rueditas son un avance tecnológico, como los choferes cobradores de los ómnibus del transporte colectivo, afectan las fuentes laborales de algunos sectores de la sociedad, llevándolos primero a engrosar las filas de los que cobran seguro de paro, luego de los desempleados, después de los músicos callejeros y luego de la delincuencia internacional que tiene a Uruguay como eslabón en su cadena de negociados por todo el planeta, lo que significa más inseguridad, corrupción y gasto militar. Este punto requiere más estudio, es cierto. Tal vez una comisión parlamentaria vendría bien.
Para analizar el tema de la preferencia o no de las valijas con rueditas hay que diferenciar las grandes y las chicas. En el caso de las valijas grandes el cambio es muy notorio, y nos adelantamos a decir que positivo. Una de cuero es muy linda, pero si no tiene rueditas no existe en el mundo de hoy. Como demostración empírica imaginaria, hágase a la idea señor lector que un amigo suyo la noche del 30 de abril se emborracha de forma estrepitosa y usted debe llevarlo caminando hasta su domicilio en la madrugada, con sus reflejos y energías en detrimento en estrecha relación con la situación de su amigo. ¿Usted preferiría que el mamado en cuestión tenga rueditas incorporadas o no? Es un tema de kilaje, sin mayores peros que le hagan a la cuestión. Cuando más grande, mejor que venga con rueditas.
En cuanto a las valijas chicas, como que son más a libre elección. Ahí ya depende de una ecuación entre peso, cuadras a caminar, estado del camino elegido y lo que uno desee aparentar, porque las valijas hablan de su dueño. Porque convengamos que para quien guste hacerse el macho del barrio, aunque los tiempos cambien, por ahora no está bien visto ir con una valija de rueditas de dimensiones menores. Con un cocker atado y bolsita de nailon sí, pero una valija con rueditas se pasa de la raya.
Claro que también es justo consignar que Montevideo no es la mejor ciudad para ir con unas rueditas por la vereda. Recuerde sino sus tiempos de gurí de rodillas sucias cuando andaba en buggie, o más después cuando tuvo que llevar un changuito o regresar de la feria con el carro cargado. Entre baldosas flojas, rotas y ausentes, y caquita de perro de diversas formas, tamaños y texturas, tiene una serie de obstáculos que ni la París Dakar. Ahí hay que calibrar los riesgos.
En resumen, las valijas con rueditas son un avance tecnológico del que habría que calibrar sus consecuencias sociales, pero por suerte llegaron para quedarse, no como la Tab, los Nuevos Pesos, los disquetes de 5 ¼, o los llaveros que pitaban cuando uno chiflaba.

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