domingo, 2 de mayo de 2010

El otoño, las baldosas flojas y las mandarinas

El último ciclista llegó hace tiempo. Casi ni nos acordamos de quién ganó la Vuelta, si es que alguna vez lo supimos. El otoño nos golpea la cara con los primeros vientos fríos. El malhumor patrimonial va retornando al homo uruguayensis. De vez en cuando llueve. Y jode. Porque uno ya no está en la playa y la lluvia no es una excusa para comer tortas fritas en verano. Jode, la lluvia, porque uno está en jornada laboral, apurado, maldormido, malcomido y sin paraguas, porque ese detalle no es para cualquier cabecita.
El tema del otoño, de ser tratado seriamente como se lo merecen todas las estaciones que bien citó Vivaldi, da para muchas páginas. Hacerlo podría ser una forma de conmemorar estos dos años robando la plata, pero eso ahora no viene al caso. Si acaso viene al caso que algún retoque monetario no vendría mal. Que el litro de leche, la yerba y los alquileres ya se sabe y la paga ya sabemos. Pero tá, sarna con gusto no pica, como dijo el can Mendieta.
No nos desviemos del punto en cuestión, que el título está elegido desde hace un buen rato. A veces pasa. El título de la página puede ser lo primero, lo intermedio o lo último. En este caso es la segunda posibilidad. Así que como convenció, marca el camino. Va adelante llevando la linternita, así que nada de irse por otros senderos.
Ahora le toca el turno a las baldosas flojas y el remate serán las mandarinas. ¿O acaso se trata de un simple ardid y habrá una sorpresa con el devenir de los renglones? ¡Chá, chán! Suspenso. Hitchcock. ¿Las mandarinas existirán? ¿Serán mandarinas mandarinas, unos duraznos paraguayos travestidos o una moraleja sobre la vida sana?
La cuestión es que en otoño... el último ciclista, la lluvia, las tortas fritas, malcomido, patatín patatán y las baldosas flojas. Porque con las primeras lluvias molestas del año (ver primer párrafo) uno empieza a recordar que las baldosas flojas viven y luchan. Entonces se empieza a considerar en tertulias el ejecutar a los que las ponen mal o porqué no juntarse con algunos vecinos y hacerle un juicio a la Intendencia visto que a los de Adeom no le fue tan mal. Ahí uno salta y dice que la responsabilidad de la vereda corresponde a cada contribuyente, por lo tanto queda descartada la segunda idea. No así la primera, que cobra fuerza y reune apoyos varios, víveres y municiones.
¡Porque mire que joden las baldosas flojas, ché! Al punto que se van a terminar poniendo de moda otra vez las galochas, esa especie de sobrecalzado, equivalente a un preservativo que preserva el zapato del transeúnte del ataque indiscriminado de los chijetes de barro que lanzan las miserables baldosas flojas contra los indefensos pantalones a los que golpean en su zona baja, que ya se sabe lo que duele eso.
¿Serán obra del señor a su semejanza? ¿Serán mensajeras del diablo que nos vienen a mostrar una fracción ínfima del infierno? ¿Serán seres con vida propia que esperan las lluvias para vengarse de tanta pisada y tanta caca de perro? ¿Salpicarán a los canes también? ¿Será tiempo de pasar a hablar de las mandarinas antes que se termine la página, que después me mean porque dicen que queda un mazacote de texto?¿Serán mandarinas o duraznos paraguayos travestidos? ¿Será varón, será mujer? ¿Será y vamos? Dale.

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