lunes, 22 de junio de 2009

El caso de los pequeños Wright

El caso de los dos pequeños hermanos Wright que hace un par de semanas torturaron hasta la muerte a sus dos mascotas, un perro y un gato, en la ciudad estadounidense de Springfield, ha producido una catarata de columnas y opiniones sobre la problemática actual de la infancia.
Mucho se ha dicho y escrito al respecto. Primero lo que se cae de maduro: la nefasta influencia de la televisión y la música de Marilyn Manson, un cóctel explosivo que convierte en infantojuveniles a nueve de cada diez niños que lo padecen. Luego el fracaso del sistema educativo estadounidense, el desapego familiar –los progenitores de los niños trabajaban 11 y 12 horas diarias- y la no aparición de armas de destrucción masiva en Irak.
Incluso un columnista del conocido Washington Daily aventuró que el desviado accionar de los menores estaba relacionado con su alto consumo de hamburguesas, cosas que debería servir de aviso a las autoridades locales, visto y considerando que ahora ya nadie tira a la parrilla un kilo de zochoris junto a unas tiras de asado y un riñoncito, sino hamburguesas de milímetro y medio de canto (por no hablar de las milanesas que venden hechas en muchos supermercados, que son comparables a un huevo frito: la clara es el tamaño aparente de la milanesa pero en realidad la carne ocupa solo la parte de la yema*).
Pero volviendo al caso que ocupa estas líneas, en lo que nadie reparó es en lo que todos hemos visto de los hemanos Orville y Wilbur: la vestimenta. En las tres imágenes que acompañaron la triste noticia en todos los cables internacionales y las páginas web de referencia, los dos pequeños de ocho y diez años aparecen vestidos iguales. En las tres. Iguales, igualitos. Misma camiseta. Mismo pantalón. Mismo peinado. ¡Ahí hay material! Dos hermanos vestidos de forma idéntica son el hazmerreír** de sus compañeritos de escuela, por no hablar de los amigos de la cuadra que son los peores.
Porque si ya es gracioso ver a dos gemelos con la misma ropa (lo cual no les favorece en nada para afirmar su personalidad y al resto de las personas para diferenciar el simpático del antipático, el inteligente del lelo y el obediente del demonio), qué se puede decir de dos hermanos que se llevan un par de años. Se ven iguales. Así ocurre que el chico dice: -Mi hermano mayor es medio gil o yo soy muy maduro-, entonces se agranda. Y el mayor: -Este pendejo quién se cree que es para copiarme la ropa y hablarle a mis compañeritas en el recreo-. De esta forma entran en una competencia sin retorno que comienza por elegir la cocoa que no tiene nata, pincharle el huevo frito al otro, ponerle pulidor en lugar de sal a la comida del hermano, matarse las mascotas mutuamente (el perro era de Orville y el gato de Wilbur). ¿Y qué viene después? El abismo, no hay más. Delitos. La cárcel (o irse a Italia para zafar). Un camino sin retorno. Por eso, padres: un consejo. Que los hermanos Wright sirvan como ejemplo de lo que ocurre cuando uno viste de manera idéntica a sus dos vástagos***. ¿Acaso no se siente observado cuando camina con ellos por la calle? ¿No ve que se pinchan el huevo frito cuando comen? Esté alerta ante estos síntomas y se convencerá. Y de paso va practicando para cuando tenga que controlar en la adolescencia los primeros puchos, vasos, fasos, rateadas al liceo y demás menudencias**** de los pibes de ahora.



* ¿Y los panchos? ¡Madre mía, cómo están viniendo los panchos!
** Hazmerreír: persona que por su figura ridícula y porte extravagante sirve de diversión a los demás. Vg: Diego Vázquez Melo, Omar Freire, Yoko Ono.
*** Vástago: persona descendiente de otra. Vg: Maxi de Cacho, Pedro de Juan, el papa Juan XI del papa Sergio III.
**** Menudencia: morcillas, longanizas y otros despojos semejantes que se sacan del cerdo. Está es la quinta acepción, pero no tiene nada que ver.

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