domingo, 28 de junio de 2009

El niño ñoño y la moña

-¡Hola moña! ¿Cómo estás? le dijo el niño a la moña.
Y la moña, nada. Nada de nada.
Es lógico, las moñas no hablan, al menos hasta que los japoneses le dediquen un poco de tiempo al asunto.
El niño era ñoño* desde pequeño. También lampiño. Un retoño de su papi, un brasileño trigueño dueño de un bar de antaño, con barra de estaño y un baño –al fondo a la derecha- donde todos los días algún extraño dejaba un maraño de buen tamaño que tapaba el caño. Así que cada noche el norteño con mucho empeño debía limpiar aquello.
Hasta que un día pergeñó un plan. Le enseñó a su niño a meter el puño en una bolsa de nailon y con un paño asear el caño del baño para que no quedara ningún maraño de considerable tamaño. Así el pequeño bisoño comenzó su desempeño en el bar El de moño.
El guachito –huérfano de madre, se sobreentiende- era bastante hogareño y huraño. Solo hablaba de Urano y sus satélites. Todo el día estaba Soliño. Solari. Solingen.
Aquel otoño y todo el resto del año el pequeño empuñó el paño con una bolsa de nailon cada noche, un rato antes de que llegara el sueño. Así acompañó a su papi en el negocio familiar.
Cierto día entró al bar el negro Camaño, de padre angoleño, y preguntó:
-¿Dónde está el Maño?
-Al ondo a la i-hierda, le respondió otro parroquiano que era mellado.
Allí fue y le dio la mano al Maño, que realmente era maño. O sea extremeño. De Extremadura. Coterráneo de Extremoduro. Extremo sureño de un país de ensueño.
Este fue el diálogo:
-Hola Maño.
-Hola Camaño.
-Te conseguí un corpiño de armiño.
-¡Coño, eso sí que es extraño!
-Se lo compré a un porteño.
-¿Turista esteño?
-Este no. Este ocupa un escaño en su terruño.
-Vos manejás un Scania.
-Sí, y tengo un pegotín del Sportivo Luqueño, ¿pero qué tiene que ver?
-¿Cuánto por el corpiño? Mira que empeño el rebaño que tengo en el campo del vasco Aristimuño.
El negro Camaño frunció el ceño. Le giñó un ojo al mellado que miraba de lejos y luego contestó.
-Maño, ya se que si quiero te ordeño y me quedo con tu rebaño, pero no soy tan tacaño. Cero daño, Maño. Si lo hago tiño mi reputación. Empaño mi carrera. Araño mi mejor cara. Pongo un leño en mi propia rueda.
-¿Entonces?
-Es un regalo. Con todo mi cariño. De un hijo de angoleño a un hijo de…
-¿No eras hondureño?
-Nopo.
-Me cachis.
-Salud.
-Gracias. Y te debo una, entonces.
-Queda para otraño**.
-O para hogaño***.
-Veremos, dijo Borges.

Mientras tanto en el baño el niño se ensañó con un fétido maraño que no quería cantar retirada. En eso entró el negro Camaño y lo vio arrodillado meta paño. Metió la mano en el bolsillo del pantalón buscando algo y solo sacó la moña de su hijo. Se la dio al niño ñoño que estaba meta paño y se la regaló. Luego le dijo:
-Hablale que le hace bien.
Desde entonces, cuando alguien se toma una en el bar El de moño, cada tanto siente hablar a un niño:
-¡Hola moña! ¿cómo estás?
Y la moña, nada. Nada de nada. Porque las moñas no hablan.


*Ñoño: persona apocada y de poco ingenio. Vg: El nono está ñoño; ¿viste cómo chochea?
**Otraño: en otro año. Vg: Peñarol saldrá campeón otraño.
***Hogaño: En este año, en el año presente. Vg: Hogaño subirá la nafta.

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