lunes, 25 de mayo de 2009

Luz verde

Aclaremos los tantos. Esta luz verde no es lo que se piensa. No es círculo inferior iluminado de un semáforo. Es una luz verde vista a lo lejos, desde abajo, desde la calle. Es la luz artificial de una bombita o similar que ilumina una habitación en concreto, allá en una elevada ventana de edificio.
Hay dudas con las que uno no puede seguir por la vida. ¿Para qué alguien tiene luz verde en su casa? ¿Con qué finalidad? ¿Quién mora allí? ¿Hulk? ¿Un viejo verde? ¿Hulk reconvertido en viejo verde? ¿Linterna Verde? ¿Las Tortugas Ninja? ¿Plantas carnívoras? ¿Un hijo ilegítimo de Hulk? ¿Un soldado de Vietnam que extraña la selva e ilumina así su casa y no sale y se manda traer todo del supermercado y ve películas donde sus compañeros siempre ganan aunque no se explica cómo si en realidad los fueron?
¿Quién? ¿Qué persona ilumina color clorofila su casa? ¿Es verde la sangre de las plantas o ella misma es de otro color aunque por la fotosíntesis las hojas terminan siendo verdes? ¿Es la clorofila un ejemplo que nos da la naturaleza del “has lo que yo digo pero no lo que yo hago”?
Uno va caminando despreocupado por la vida, subempleado, sin el estrés del trabajo diario, levanta la vista y ve una habitación iluminada de verde. Entonces las preguntan empiezan a brotar y las dudas subyugan*. La única forma de eliminarlas y poder continuar es tocar timbre y preguntar.
A ver. Uno, dos, tres, ocho, nueve, doce. Doce parece. Vamos a confirmar. Uno, dos, tres. Ocho. Nueve. Doce. Sí. Piso doce. Me acerco a la puerta del edificio. ¿Será 1201 o el 1202? Orden requieren las cosas. Primero el 1201. Ring. Ring. El timbre estará sonando allá arriba.
-Hola, ¿quién es?
-Esteeeee. Mire, señora. Yo iba caminando y vi a través de su ventana que tiene iluminación verde. ¿Puede ser?
-Como poder, puede, pero no es.
-Ahhh. ¡Qué lástima. Será en el 1202, entonces.
-Pruebe suerte.
-La raspadita, qué invento. Y la mosqueta… pensar que hay gente que sigue cayendo ¿vio que regresó a nuestra principal avenida? En fin. Toco al lado. Gracias igual, eh.
-De nada, buen hombre.
Con el pulgar derecho presiono el botoncito plateado del 1202, que tenía el plástico identificativo blanco en ídem. Ring. Ring. Nada. Ring. Ring. Nada. Ring. Ring. ¿El timbre estará sonando ahí arriba? Ring. Ring. O no suena o no hay nadie. O hay alguien que no quiere atender. ¡Ohhhhhhhhh, el misterioso apartamento 1202, donde emana** luz verde!
¿Quién vivirá ahí? ¿Por qué esa luz? ¿No tendrá un semáforo encendido en verde como decoración? ¿No será una vela adentro de una botella de cerveza Heineken o en un viejo envase de vidrio de leche Conaprole? ¿Acaso un depósito de kriptonita?
Para poder seguir, para que las interrogantes no atormenten, la única forma de eliminarlas y poder continuar es tocar timbre y preguntar (en el 1201).
-Hola, ¿quién es?
-Esteeeee. Mire, señora, soy yo de nuevo. El que preguntaba por la luz verde.
-¿Qué quiere ahora?
-Es que no atiende nadie en el 1202, así que quería preguntarle si usted sabe quién vive ahí. Supongo que alguna vez lo habrá visto entrar. Le consulto y a la vez le doy varias opciones: ¿Ahí vive Hulk, un viejo verde, Hulk que está hecho un viejo verde, Linterna Verde, las Tortugas Ninja, alguna planta carnívora, un hijo ilegítimo de Hulk, un ex combatiente de Vietnam? ¿No será alguien que tiene como decoración un semáforo siempre en verde, o que puso una vela en una botella de Heineken o una de las de leche cuando esta venía en vidrio? ¿No será un aguantadero de kriptonita?
-Ahora que pregunta, sí. Algo de eso hay. No le diga a nadie, pero ahí viven en concubinato Hulk y la tortuga Manuelita, que no me la nombró.
-Pensé en ella, pero la hacía por Pehuajó.
-Antes, pero ahora vive acá, con Hulk, y están juntando kriponita porque se la tienen jurada a Superman.
-Ya me parecía que algo raro tenía que haber, con razón la luz verde.


(*) Subyugar: Avasallar, sojuzgar, dominar poderosa o violentamente. Vg: más o menos lo del último clásico.
(**)Emanar: emitir, desprender de sí. Vg: Los canales privados de televisión emanan mucha basura. A ese leproso se le emanó algo.

sábado, 23 de mayo de 2009

Rodito, el monstruo del laguito.

Es un bicho verde, como el agua que lo acoge. Se alimenta de lo que su hábitat le proporciona: botellas de plástico, puchos, bolsas de papas fritas, latas de refrescos, alguna que otra planta podrida y restos de comida que la gente arroja. A diferencia de los animales del zoológico a los cuales siempre la cartelería indica que no hay que alimentarlos pues ya tienen su dieta balanceada proporcionada por los cuidadores de ese Guantánamo del reino animal que tiene cada ciudad, a pesar del desconocimiento hasta el presente de la gran masa ciudadana que recorre los alrededores del lago del Parque Rodó, parecería que entre la gente hay un sexto sentido que le indica que debe alimentar a Rodito arrojando todo tipo de desperdicios al lago. No lo notan aún. Creen que todo lo que tiran al verde agua se lo lleva la corriente o algún limpiador municipal. –Ya que les pagamos que hagan algo- piensa uno. –Tirando basura por ahí generamos puestos de trabajo- opina otra. –Para lo que me queda en el convento, me cago dentro- sostiene una monja que está de turista en la capital. –Agarrámela un poquito- dice un trabajador cansado de laburar seis días de siete ergo con patente autoconcedida para alimentar a Rodito aunque no sea de su conocimiento.
Todavía hay gente que duda de su existencia o simplemente la niega. La suya no. Cogito, ergo sum. Que duda de la existencia de Rodito, el monstruo del laguito. A pesar de las imágenes borrosas que lo registran no nítidamente pero lo registran. Como si acaso fuese inexistente lo que una foto borrosa nos muestra aunque no se aprecie tan bien como nos gustaría ver a Natalia Oreiro en tarlipes a medio metro. A pesar de la extraña conexión entre sus apariciones, la luna llena y el fantasma de la degollada de la rambla Wilson, Rodito existe. Tal vez pronto se manifieste ante la ciudadanía, esperemos que sea en la playa Pocitos porque si es en Ramírez los medios no le van a dar tanta credibilidad y minutos de aire. Pero lo cierto es que hay fotos de este animal hace años circulando cada tanto en Internet. Más o menos algo se divisa, cosa que no se puede afirmar de ninguna deidad pues suelen ser remisas a las fotografías más allá del tiempo y el lugar y a las pruebas hay que remitirse, que no hay ninguna. Volviendo al tema los que han visto imágenes de Rodito dicen que es como una morsa chica de color verde claro con cola de chancho, cara de dromedario y un solo ojo. Aunque hay quienes dicen que es como un elefante de mar bien chico, color caqui tirando a yerba mate, con cola tipo sacacorchos, cara de camello y algo de cíclope. Sea como sea, cada vez son menos los que dudan de su existencia a diferencia de otros casos. Incluso se está extendiendo entre los vendedores de la feria del lugar y los barquilleros ocasionales ir a primera hora de la mañana a pedirle a San Rodito que les proporcione un buen día de trabajo con mucha clientela, para lo que le arrojan a manera de agradecimiento previo, que no coima, algún cacho de pan duro, vino picado o leche cortada. Y dicen que funciona, el tal santo. De todas formas, ¿qué le hace un santo más al calendario? Además podría ser explotado turísticamente con esto de pedirle favores, visto y considerando el fracaso de otros santos de larga data que no justifican su perdurabilidad. Vendría gente a pedirle cosas, a sentarse a esperar que Rodito se deje ver, entonces se crearía una línea de productos promocionales tipo souvenirs para facturar de lo lindo, que incluya llaveros, pegotines, remeras, máscaras, pisapapeles y mucho más y mientras los visitantes esperan deberán comprar comida, pagar por acampar, adquirir torta fritas los días de lluvia (que traen suerte y es una costumbre nacional y la mar en coche), algodón dulce los que vengan con niños, mortadela los que coman refuerzos, café calentito el café si es invierno, heladero helado en verano y todo así, gracias a Rodito, el santo de la buena fortuna, sin olvidar de darle las gracias siempre y tirar alguna botella de plástico al lago, un pucho, una lata, la bolsa de los bizcochos, no sea cosa, no sea cosa, que se muera de hambre Rodito y se termine el negocio del monstruo del laguito.

lunes, 18 de mayo de 2009

Yo estuve en la Batalla de Las Piedras

Puestos a elegir -considerando que ya estaban ocupados los cupos para ir a Maracaná a avisarle a Barbosa para dónde iba la pelota- cuando me tocó el turno de elegir mi destino en el recién estrenado túnel del tiempo, opté por poder presenciar en cuerpo presente la batalla de Las Piedras. Sí. Sé que a algunos les podrá parecer una bobada, pero quería confirmar si era cierto o no aquel hecho fundacional de la viveza criolla que me quedó flotando en la memoria desde tiempos pretéritos -entiéndase la infancia-.
Según recuerdo el prócer de los prócer logró vencer a los gaitas con un engaño bastante choto. Amagó que se iba derrotado y cuando lo salieron a perseguir dieron la vuelta y los cogieron por atrás -dicho por los propios españoles-. O sea, el primero de los maracanases de nuestra historia: 2 a 1 y de atriqui.
Así que sí. Una vez dentro del aparato que me iba a transportar al pasado, previo paso por una talabartería para adquirir algún producto que le diera cierta credibilidad a mi imagen en la época en cuestión -además del vaquero agujereado y la camisa vieja que llevaba por vestimenta-, digité en el tablero electrónico la fecha precisa: 18 de mayo de 1811.
En un plis plás fui a dar a unos matorrales tupidos. Me asomé y vi a lo lejos el pueblo de Las Piedras. Era de mañanita. Pastito por acá. Unas vacas por allá. Un gaucho socializando con una oveja. Mansa la nutria. Lo que se dice todo tranquilo. Había solcito, o sea que lindo día para darse de bomba con los conquistadores.
Los nuestros, entiéndase las tropas artiguistas, venían con viento en la camiseta pues acababan de adueñarse de Canelones, que por lo que pude consultar todavía no se llamaba así. Los españoles estaban como que asustados en la fortificada San Felipe y Santiago, por lo cual el gobernador Elío mandó al capitán José de Posadas a contener las huestes porque se le venían encima.
Cuestión que se plantaron, de un lado el mencionado de Posadas con 1200 soldados bien pertrechados y mejor ubicados en una zona alta. Con todos los chiches. Tenían uniforme, trabucos para el que quisiera, cañones, obuses, cantimploras con bebidas isotónicas y refuerzos de bondiola por si se lucha venía con alargue.
Del otro lado, medio de canuto, el Obdulio de la independencia, el Pepe Artigas, con un millar de combatientes rejuntados. Cada uno llevaba por ropa y arma lo que podía. Desprolijos, con vinchas al estilo Pablo García. Armas de fuego pocas. Más bien lo suyo era puro cuchillos, boleadoras y hojas de tijera atadas en cañas tacuara.
A eso de las once de la mañana Artigas miró a uno de sus lugartenientes y le dijo por lo bajo: “no hay mejor defensa que buen ataque”. Luego continuó: “¡Pérez, anda!”, y éste arrancó con unos cuantos gauchos para darse de frente con los gaitas. Apenas se acercó a donde éstos estaban, dio media vuelta, puso pies en polvorosa y huyó por donde habían venido. Los españoles se tuvieron fe y salieron a perseguirlos dejando su posición privilegiada. Ahí le vinieron más gauchos de un costado y los fueron rodeando. Cuestión que se armó un entrevero de la gran masita que duró varias horas.
Confirmado entonces: con la estratagema de Artigas se fundó la viveza criolla. Pero la batalla también sirvió para confirmar la importancia del famoso “fator sicológico”. La paisanada era menos gente y peor armada, pero estaba motivada, tipo cuadro chico en el Estadio. Mientras que los gaitas estaban en plan partido amistoso. Al punto que para completar el cuadro habían tenido que meter algún que otro presidiario en sus filas. Cuentan las malas lenguas que incluso alguno de estos llegó medio mamadito al campo de batalla a pesar que de Posadas había mandado una avanzada para que fuera cerrando las pulperías que hubiera en el camino. Pero como que los presos igual ingresaban a esos antros de perdición aunque no hubiera servicio de atención al público, haciendo que aquello funcionara tipo autoservice-quediostelopague.
A media tarde aquello era bruto entrevero. Un tumulto ruidoso. Feroces aullidos. Descargas de trabucos a quemarropa. Cuchillo va, cuchillo viene. Una boleadora cazando un gallego del pescuezo. Los luchadores saltando por encima de caballos y gentes tiradas sobre la penillanura levemente ondulada.
Era notorio que en la lid iban prevaleciendo los gauchos, por aquello del “fator sicológico”. Así que cuando empezó a bajar el sol de Posadas se convenció que no tenía chance y prefirió, como bien dice la expresión, salvar el culo. Hizo señas de que se rendía y el combate fue aplacando, aunque algún maniático por la sangre se hacía el rambo sordo y hubo que aplicarle un tate-quieto.
Después vino el instante que todos tienen fijado en la retina, cuando José de Posadas entregó la espada a un cura como señal de rendición. Ahí un gaucho le gritó “¡tragasables!” y casi se arma de vuelta, pero por suerte no pasó a mayores. En ese momento la cosa se emboló un poco porque Blanes no estaba conforme con las poses y hubo que repetir varias veces la escena.
Fue entonces que para terminar de aplacar los ánimos Artigas se paró y dijo:
-Escuchen compañeros, que voy a decir una frase célebre así que apunten. Mi autoridad... ¡osooooo! No, esa no. Esa queda para otro día más apropiado. Sean los orientales... ¡osoooo! Esta también me la guardo para algún acto cultural-.
-¡Dale que se va a poner el sol, vejiga!-, se escuchó gritar a alguien.
-Bueno, más respeto que es el padre de la patria-, interrumpió otro.
-Está bien. Escuchen y tomen nota: ¡Clemencia para los vencidos!-.
Se hizo un silencio sepulcral. Los caranchos andaban en la vuelta.
-¡En criollo!- solicitó un gaucho mozalbete.
-Que no le peguen a los gallegos que están en el piso -aclaró el jefe de los orientales-. Que no los despachurren al santo pedo. Mantengamos las formas, que tal vez un día la taba se da vuelta y tenemos que ir a pedirles laburo a la península con el rabo entre las patas.
-Ah. Ok, man. Peace and love-, dijo un gringo que había desertado en la época de las invasiones inglesas.
En esa frase de José Gervasio está el origen que muchos ignoran de una típica conducta de los futbolistas celestes, que en términos de ese deporte bien se puede traducir como “si vas ganando no sobrés ni hagas cañitos”, algo que todo futbolista nacido de este lado del río tiene grabado a fuego, especialmente cuando va en desventaja de goles que pronto se transforma en desventaja numérica.
Después de eso, como que la fecha patria fue perdiendo gracia. Hubo algún intercambio de vinchas y camisetas, pero nada más. Así que arranqué despacito para Las Piedras, que en esa dirección estaba el matorral desde donde tenía que pegar la vuelta al presente. Ellos se iban a sitiar Montevideo, que quedaba para el otro lado.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Monólogo de la butaca

¿Por qué, Hollywood… por qué? Otra vez caer en la trampa e ir al cine a ver uno de tus bodrios. ¿Acaso tienes algo personal con la inteligencia humana? ¿De dónde sacas esa eterna manía de hacer películas de mierda? ¿Qué quieres de nosotros, además de dinero y que comamos pop en el cine? ¿No te basta que nos molestemos mutuamente con los codos en una guerra fría light en lucha por el apoyabrazos? ¿No es suficiente que la masticación del vecino nos despierte ese lado animal que tanto intentamos reprimir? ¿No alcanza con hacernos perder tiempo y billetes, una, dos, tres veces? ¿Por qué diez? ¿Por qué cincuenta? ¿Por qué cien?
El hombre es el único animal que tropieza chiquicientas veces con la misma piedra. La culpa no es del chancho sino del que le rasca el lomo.
¿Cómo se explica que vuelva a ocurrir el descuido de pasar por taquilla a ver semejante pavada? Como si la suma de ciertas señales no bastaran. Como si el viejo aprendizaje de preguntarle a algún referente en materia de cine se hubiera borrado repentinamente. Si siempre se le pregunta a algún amigo, ¿por qué esta vez no? ¿Por qué dejarse llevar por un avance, sin haber leído ninguna opinión. ¿Por quéeeeeeeeeeeeeeee volver a caer una vez más en la trampa, Hollywood? ¿Por qué?
¿Acaso pagaremos en otra vida por cada película yanqui que hemos visto? ¿Serán puntos dobles si la cinta en cuestión es una remake o la versión catorce de un viejo film de acción que ya en el segundo carecía completamente de gracia? ¿Será eso? ¿El juicio final no tendrá que ver con las buenas o las malas acciones, sino más bien con las películas vistas? ¿La estupidez nos condenará al fuego eterno? ¿Tal vez a un eterno cine panorámico en el que siempre estén dando Rambo, Avión Presidencial, Rocky, Día de la Independencia, El fin de los tiempos?
¿Alguien quiere saber cómo termina El fin de los tiempos? ¿Alguien quiere conocer su atrapante trama? ¿Alguien quiere ahorrarse tiempo y dinero? ¿Cada pueblo tiene el cine que se merece? ¿En qué piensan cuando piensan?
Qué difícil contener, por civilizado respeto, las ganas de decirle a las decenas de personas que están haciendo fila para entrar al siguiente pase del film: ¡Señores! ¡Señoras! ¡Jóvenes! ¡Escuchadme! Váyanse al bar de la esquina a comerse una buena muzzarella con una jarrita de tinto y ahórrense la molestia. Esa película es una reverendísima porquería.
¿Por qué callarse? ¿Por qué tener que caminar 20 cuadras defenestrándose* mentalmente, como más o menos ocurre en la película en cuestión? ¿Por qué hacen esas bazofias cinematográficas los yanquis? ¿Por qué esa manía con invasiones, ataques, plagas y eventos sobrenaturales que a los pocos minutos de cinta se pasan a la categoría bolazo absoluto? ¿Por qué, Hollywood? ¿Por quéeeeeeeee? ¿Qué te hicimos? ¿De qué somos culpables? ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que lavemos nuestras culpas? ¿Cuántas versiones de Hulk?¿Cuántas películas estúpidamente lacrimógenas?
¿Acaso quieren meternos algo subliminal si es que existe lo subliminal? ¿Acaso es un tema lingüístico? ¿Cuando digamos palomitas de maíz en lugar de pororó terminará el bombardeo? Si es eso: palomitas de maíz, palomitas de maíz, palomitas de maíz… pero basta ya.
Ejecutemos a los que todavía pronuncian pororó, si es que queda alguno. ¿Querés que dejemos de lado esa linda palabra guaraní? ¿Es eso? Digamos todos juntos: palomitas de maíz, palomitas de maíz. Juntemos las manos: palomitas de maíz, palomitas de maíz. Borremos pororó del diccionario. Hasta eso estamos dispuestos, pero no más películas de estas, por favor. No más.
¿Por qué Hollywood? ¿Por quéeeeeeeeeeeee? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿A quién hay que sacrificar? ¿A Daniel Lucas? ¿A Jackie Rodríguez Strata? ¿A Beatriz Flores Silva? ¿A las carnes celestes que se pavonean en Buenos Aires? ¿Qué sangre querés? ¿Qué pasa contigo, Hollywood, que nos tenés las bolas por el piso?

*Defenestrar: Arrojar a alguien por una ventana. Vg: ¡Cómo defenestraría al director de esta película! ¡Cómo defenestraría al que la puso en cartel! ¡Cómo defenestraría a la promotora que dijo que había una cola de treinta metros porque la gente anda comentando que es una película entretenida!

Maté a la abuela (otra vez)

El joven bajó del 199 en el Cementerio del Norte. Atravesó el amplio espacio verde con una flor amarilla de plástico en la mano y entró al camposanto. Luego de caminar unos minutos, se detuvo frente a un nicho en mal estado y comenzó a hablar. Una perrita, que andaba abandonada, lo escuchó decir:

Viejita querida, hola y perdón. Primero saludar, así me enseñaste. Te traje una flor. Es de plástico no porque tu hijo presente sea una roña, es que las posta posta se pudren y además juntan el Aedes aegypti ese.
Lo de pedir perdón viene porque tuve que matar a la abuela otra vez. No te calientes, pero Freud estaría de mi lado. Eso te pasa por nunca habérmela presentado. Siempre decías que era una vieja de mierda que se fue de tu casa cuando eras niña, apenas en edad escolar si mal no recuerdo. Y que fue por eso que no terminaste la escuela, ni vos ni ninguno de tus ocho hermanos menores. Porque además, como tu viejo faltaba desde siempre, te tuviste que encargar vos de los tíos cuando eran guachos.
Ah, hablando de todo un poco, al abuelo lo tuve que matar hace mes, mes y medio.
Espero que no me guardes rencor por lo que te cuento. Al menos no te maté de nuevo a vos. No sabés la que se armó la vez que te volví a matar. Había un hijo de puta que me botoneó mal. El gil parece que va anotando los partes de difunto que damos y buchonea cuando alguno se repite. ¡A dónde ha llegado el ser humano! ¡Qué bajo hemos caído como especie! ¡Qué pérdida de solidaridad entre pares!
Fijate vos si yo me voy a poner a escribir en una libretita cada vez que alguien se toma el día libre o falta a un evento utilizando la vieja treta de matar a alguien que ya está muerto. Porque claro, eso de matar a los que todavía están de este lado del sopi me parece atroz. Trae una mala suerte del carajo. Sino fijate lo que le pasó a Ricardo, el hijo del de la barraca. Dijo en el liceo que su tío abuelo estaba grave y tenía que ir a acompañarlo –todo por zafar de un escrito de Literatura- y cuando llegó a su casa la hermana chica había comido el pórtland con galleta que el padre había puesto para las ratas y claro, con la saliva eso después se le endureció adentro y reventó al toque la gurisa.
Así que no, hay que matar a los muertos. Yo por eso a veces uso a los abuelos o algún tío, aunque voy a tener que cambiar. El gil que te digo apunta parentescos, pero no los nombres. Pero claro, tampoco es para tener 20 tíos. Como que es sospechoso. Por eso ahora tendré que echar mano a algún viejo amigo del barrio o los primos que hace tiempo les perdí el rastro.
Lo de la abuela fue porque era viernes y el jueves estuve de asado con unos amigos de hace años, unos que vos no conocés: el Peta, el Luca y un par más. Se hicieron las tantas, y si sumamos los tintos, a la mañana siguiente no me podía despegar las sábanas. Así que llamé al laburo y dije que se había muerto la abuela.
Perdón. Perdón. Te prometo que para la próxima cambio el discurso. Estuve meditando al respecto y es lo mejor. Es que a todos nos llega la parca, vieja. ¡Qué te voy a decir a vos!
Yo por suerte ya estoy preparado. Le dije al sobrino Milton –tu hija le puso ese nombre por Wynants, mirá que hay que ser chonga-, que cuando me muera quiero donar los órganos que sirven, el resto que lo cremen y que para faltar al liceo, me mate todas las veces que quiera, que para algo somos familia.
Bueno viejita, te dejo. Gracias por escucharme. Y no cuentes nada de esto, por favor, que sino en el trabajo me matan. Vos, una tumba, ya sabés.

lunes, 11 de mayo de 2009

Distinto target

-Hola, ¿sos Robert?
-Y vos Margot.
-Sí.
-Estaba esperando.
-¿A Godot?
-A vos, Margot. Sentate.
-¿Tenés una pilot?
-Un pilot no. Pero una bic si.
-Gracias. ¿Antiguo nombre…?
-Ut.
-¿Provincia de…
-Chubut.
-¿Conjunto de…
-Input.
-¿Ángulo…
-Acimut.
-¿Golpe…
-Uppercut.
-¿Jerga…
-Argot.
-¿Capital de…
-Beirut.
-No. Rabat. Pero igual; andás clarito para los crucigramas.
-A ver vos.
-Dale.
-¿Aerolínea…
-Aeroflot.
-¿Lo opuesto…
-Cenit.
-¿Marca…
-Zenit.
-¿Equipo…
-Cenit.
-¿Instrumento…
-Fagot.
-No. Contrafagot. No me diste tiempo a decirte que era de 11 letras. Pero, bien también.
-Era cierto entonces que te gustaban los crucigramas.
-¿Qué querés tomar? Podemos pedir el típico tannat, aunque en la carta también hay merlot, cabernet, priorat o pinot.
-Solo tomo agua. Y a veces colet o vascolet.
-Como demorabas pedí la comida: entrecot con salsa de chucrut.
-Soy vegetariana. A las carnicerías, boicot. Las vacas, a su hábitat natural.
-¡Shit!
-Prefiero pagar el tiquet en un bufet chino.
-Yo me comería un mamut.
-¿En qué trabajás?
-Fui guarda de Cot, Ucot y Coet. Pero saqué el carnet profesional y ahora tengo mi propio taxiflet. Un camión Fiat. Al principio daba déficit, pero ahora tengo superávit. ¿Y vos?
-Bailo.
-¿Con corset en un cabaret?
-No, ballet en la Sala Brunet.
-Tendrás un buen cachet.
-No creas que bailo para el jet set.
-¿Qué música conservás en caset?
-Me queda uno con algún hit de Serrat.
-Yo guardo Brindis por Pierrot y los de la Bersuit Vergarabat.
-¿Fútbol?
-Niet.
-¿O sea que no sabés quién fue Barbat o Jules Rimet?
-Nopo.
-¿Básquet?
-Solo se que el piso era de parquet.
-¿Sabor de helado preferido?
-Cualquiera diet.
-¿No te gusta el banana split?
-Odio el dulce de leche.
-Tendrás mascota, supongo.
-Sí, un conejo que se llama Roger Rabbit.
-Yo tengo el muñeco de un gobot al que bauticé Goliat. Es como un robot.
-¿Qué hacés en tu tiempo libre?
-Crucigramas y alguna máquina slot.
-A mi me gusta tirar el tarot, recitar Hamlet, leer sobre el Tibet, sacarme fotocarnet y bailar fox trot.
-¡Vaya kit! Como que no coincidimos mucho.
-Distinto target.
-¿Y si te invito a subir al taxiflet e ir a mi chalet a compartir un momento hot en el clóset usando un sachet de mostaza?
-Paso.
-El videt es nuevo.
-Margot dixit: paso.
-Sería mi debut en el clóset del chalet.
-Te merecés un chut en el culo.
-Vos una chot.
-¡Quién me mandó aceptar tomar algo contigo!
-Es lo que tiene conocerse en un chat de Internet. Además tampoco soy un hobbit.
-Pero estás a años luz de Brad Pitt.
-Vos tampoco sos Brigitte Bardot, anotátelo en un post-it.
-Te imaginaba más alto.
-Yo te imaginaba con menos bigote.

La señora indicará

-¡Pica!-, le dije cuando se equivocó, pero se hizo la desentendida y siguió trabajando como si nada. Aquel día descubrí que detrás de esa voz había una persona de carne y hueso. Un rostro. Un corazón.
Es cierto que en su trabajo es muy buena. Tanto que todos piensan que es una máquina. Pero es como decir que la brújula invariablemente señala el norte y también el sur. No. El tema es que nadie está un buen rato mirándola fija. Quien lo haga verá que en ocasiones ladea un poco para el nornoroeste. Mismo. Dicho por la National Geographic.
Con ella ocurre lo mismo que con la brújula: como nadie la controla todo el día no se dan cuenta de sus yerros. Pero yo la tengo junada, se equivoca tres o cuatro veces por jornada. Si a alguien le interesa hay pruebas. Está claro, los señores de Antel se niegan a reconocer que tienen una mujer trabajando 24 horas diarias sin descanso. Es más, capaz que está retenida contra su voluntad en un call center asiático cobrando una miseria, dando la hora y cosiendo pelotas de fútbol a la vez.
Puede que la tengan amenazada de muerte y por eso no me habla.
Todo comenzó una tarde en que andaba sin reloj y tuve que llamar al 16 para saber la hora. En ese preciso momento… me acuerdo como si fuera hoy.
-La señal indicará: las diecisiete horas, treinta y cuatro minutos… sesenta segundos.
-¡Pica!-, le dije cuando se equivocó, pero se hizo la desentendida y siguió trabajando como si nada.
-La señal indicará: las diecisiete horas, treinta y cinco minutos, diez segundos.
-¡Te equivocaste! ¡Te equivocaste!-, le grité, pero no me contestó.
Concluí entonces que si había fallado no era una grabación, como todos creen. Le avisé que la llamaría otra vez. Pronuncié mi nombre y mi teléfono por si quería apuntarlo.
A partir de entonces cada tanto marcaba el número 16 y le recordaba que yo la había pescado in fraganti, pero ella se hacía la boluda (O era sorda. Es una opción que sea sorda, considerando que no tiene que escuchar nada y así nadie la puede distraer)
Lo cierto es que al principio me pareció simpática. Sólo quería invitarla a tomar un café para conocernos. Con el tiempo me fui enganchando a su juego de ignorarme. Empezaba a notar que cuando le hablaba se ponía nerviosa y le temblaba un poco la voz. Era casi imperceptible el cambio, pero yo que la conocía me daba cuenta.
Le decía de ir a tomar algo, pero nunca respondía. Eso acrecentaba mi interés en la presa y en la empresa. Hasta que un día le solté: -Tu voz me pone cachondo*, quiero poseerte-.
No me respondió, pero demoró una fracción de segundo en retomar su tarea. Quiso hablar pero no habló y de esa forma habló. Fue casi imperceptible la demora, pero yo que la conocía me daba cuenta.
Al mes hablábamos varias veces por día. La dejaba hacer su trabajo y en los silencios le contaba algo de mí. Hacíamos planes de futuro. Programábamos viajes a tierras remotas. Cada tarde la llamaba para contarle cómo me había ido en el trabajo. Me escuchaba respetuosamente. Pintaba linda la cosa.
Pero hará un par de semanas me telefonearon de la Seccional del barrio. Lo único que se me ocurrió es que hubieran encontrado algunas de las 7 u 8 cédulas que denuncié como perdidas. Imposible. Las tengo todas guardadas en un cajón. Es que la única forma de tener una cédula en buen estado es con el plan “renuévela anualmente usando la treta del extravío”.
No. El policía no se comunicaba por eso. El motivo era otro muy distinto: una denuncia de Antel contra mi persona. Se me acusaba de acoso sesual** a una máquina y bloqueo voluntario de línea. Parece que lo tienen todo grabado. Argumentan que por celos injustificados, yo llamaba, no colgaba y así le impedía hablar con otros. Según sus registros dicen que tenía un promedio de siete horas diarias de comunicación con el 16.
Patrañas. Puras patrañas. Mentira cochina. Es verdad que a veces teníamos conversaciones íntimas con expresiones subidas de tono, pero siete horas es mucho. Los abogados de Antel quieren dejarme como un loco, pero no lo lograrán. Lo nuestro es real. Cuando la libere del call center asiático en que la tienen retenida me tendrán que dar la razón, en especial los que creen que ella, paradójicamente, me da la hora pero no me da ni la hora.

(*) Cachondo: dicho de una persona, que está dominada por el apetito venéreo. Vg: ¡Cuando nombrás a tu hermana me pongo cachondo!
(**) Acoso Sesual: variante de acoso sexual en la que hay nulo contacto físico o visual, por lo que las ofensas e improperios van dirigidos mediante palabras directo al seso de la persona acosa.

El último boleto

¡La puta madre! ¡Qué faltó! Hay que joderse. 69697. Justo ese que no lo tenía. Además es capicuá si lo miro al derecho o patas para arriba. ¡Me cáchis, precisamente ahora que se están por terminar los boletos! Yo, un capicuero como pocos, presidente de la asociación uruguaya de coleccionistas de boletos capicúas, ala radical ortodoxa. O sea, que solo nos sirven los boletos chicos que pronto desaparecerán. No como a los del ala de centro, salamines de cuarta que juntan hasta boletos del subte porteño.
¡La puta madre! ¿Quién de todos estos giles que están sentados tendrá el 69696? Eso me pasa por haber venido a la parada que tenía más cerca. Tendría que haber ido a la parada anterior y con adelantarme al último en subir, ya estaba. Pero no. Ahora me jodo y me quedo sin ese preciado boletito.
¿Quién lo tendrá? Seguro que alguno de éstos vejigas y ni siquiera se enteró. Y yo que pagaría por tenerlo. Bueno, pago por tener todos los boletos, pero este en particular lo pagaría con algún peso más.
Mierda. Tengo como 200 boletos capicúas. Hasta repetidos. Pero éste, justo éste. ¿Quién lo tendrá? Lo puedo pedir. Lo más fácil es levantarme y preguntar en voz alta, pero claro, la mitad no van a mirar y la otra mitad si lo tienen me van a decir que no para quedárselo y el que se lo guarde, cuando vaya a su casa comentará mientras cena: “-Había un tipo en el ómnibus que colecciona capicúas. Se paró y preguntó quién se subió antes que él porque le quería cambiar el boleto. Je je. Y era yo, pero no le dije nada y me lo quedé”. Y después lo va a tirar a la basura. La puta que lo parió. Debe ser el pelado aquel que está contra la ventana. Qué cara de infeliz. Seguro que la mujer lo caga con un compañero de trabajo. Lo típico. Pelado de mierda, ¡que se joda!
O aquella mina. También tiene pinta de tenerlo ella. Seguro que no se enteró. Si el pelado es cornudo, qué dejamos para esta pánfila*. Esta respira porque es gratis. Se nota que es de esas que sube al ómnibus mirando donde va a sentarse, siempre evitando al que tiene pinta desprolija. Pendeja.
Aunque tal vez lo tiene ese cincuentón medio hippie, con cara de vegetariano y onda poloniesca**. Ese seguro que se lo guardó para reciclar. Recórcholis.
A ver. ¿Quién tiene pinta de haberse sentado hace poco? Mmmmmmmmmm. El liceal ese no, usa boleto de otro color subvencionado por un servidor. La vieja aquella tampoco, usa boleto de otro color subvencionado por un servidor. Además la muy chota todavía no estaría sentada si se subió en la parada anterior. Vieja gaga.
Yo me paro y pregunto. No pierdo nada. Porqué no pensar que hay gente buena que me lo dé sin mediar problema alguno. Sí. Eso. Con el día radiante que hay, todo el mundo debe estar súper contento. Puede que alguno piense que soy un ridículo o un fanático, pero con que me den el 69696 ya me alegran el día. Eso, si somos todos buenos. No hay nada como ayudar al prójimo. Acá voy. Suertempila yo.
-A ver gente. Escuchen. ¿Quién subió antes que mí? Porque le tocó un boleto capicúa y yo colecciono boletos capicúas, pero solo de estos, no como los falsos capicueros. ¡Eeeeeeeeehhhhhhh! No me hagan calentar que me sacó. ¿Quién tiene el 69696? Fíjense, no sean sorullos. No sean capullos. Muestren los boletos. Vamos. Muestren los boletos. Me cago en todos ustedes. Que nadie se haga el dormido. Vamos, que me bajo en la que viene. No me hagan sacar el arma. No vale la pena hacerse matar por un boletito de mierda. Ahhhhhhhh. Usted. Pelado cornudo. Así me gusta. Muy amable. Ven que la gente hablando se entiende. Abrime, chofer del orto. Gracias, obrero del volante. Muchas gracias. Tengan ustedes muy buenas tardes. Aquí no ha pasado nada.


(*)pánfilo: cándido, bobalicón, tardo en el obrar. Vg: ¡Cómo te comiste los mocardos con la rubia esa, pánfilo de mierda!

(**) Poloniesco: relativo al Cabo Polonio. También se admite: poloniezco, polonisco, polonesino, poloñés, polono y polonco. Advertencia: no confundir con polaniesco, que significa relativo a San Gregorio de Polanco, para lo que también se admite: polaniezco, polanisco, polanesino, polañés, polano y polanco.

viernes, 8 de mayo de 2009

Miss. La belleza va por dentro.

Mabel Benítez tenía una obsesión. Como toda obsesión no era algo de un día para otro. No. A sus 47 años ella seguí insistiendo. Había empezado a probar suerte a los 13 años, deseosa de que un día le tocara, segura de que un día le iba a tocar. Si por algo la conocían era por obstinada y perseverante.
Nadie le podía reprochar nada porque todo lo que hacía estaba apegado al reglamento. No había límite de edad ni de cantidad de cirugías. Claro que parecía cada vez más una mezcla de Michael Jackson y Silvia Suller, pero a ella no le importaba. Tenía plata y tiempo, así que no pasaba nada.
Entre los 13 y los 24 confió que la belleza que apreciaba en sí misma sería mérito suficiente. Entre los 25 y los 36 se dedicó a satisfacer los bajos instintos de todo aquel que pudiera tener incidencia en el fallo. A los 25 el presidente del jurado. A los 26 el presidente y el resto del jurado. A los 27, todo el jurado y el presentador. A los 28 incorporó el sonidista a la lista. A los 29 sumó a los tres señores que manejaban la cantina del club. A los 30 a los amigos del jurado. A los 31 años los favorecidos fueron casi 40 individuos, entre los que se contaban policías, bomberos y un viajante que pasaba por el pueblo el día de la elección y parecía llevarse bien con el presidente del jurado. A los 32 comenzaron a integrar la lista los hijos mayores de todos los anteriores. A los 33 amigos de todos. A los 34 empezó a incluir entre los destinatarios de los servicios algunas esposas y novias del jurado. A los 35 años agregó a la lista la mujer del presentador y comprobó que ni así resultaba positiva la estrategia.
Decidió cambiar de plan. Fue entonces que comenzaron las cirugías. Primero cola y pechos. Luego labios y patas de gallo. La nariz para que quedara más linda. Más adelante la papada y una costilla menos. Después liposucción. A la octava intervención empezó a sentir que tal vez fuera cierto aquello de que lo barato sale caro. Estaba rara. Un “escracho”, decían los niños del barrio. “Homenaje vivo al eslabón perdido”, le llamaba el veterinario de su can caniche.
Para entonces, además de participar cada año en el concurso de Miss Villa Luisa confiada en que finalmente iba a recibir la corona a la mujer más hermosa, también era la imagen de una campaña publicitaria del supermercado del pueblo. Un aviso donde posaba de bikini delante de un decorado de cartón que asemejaba una isla de la Polinesia. Un decorado decolorado por el tiempo. Fuera de época. El comercio tenía por denominación el diminutivo del nombre de la esposa del dueño: Mabelita.
Los concursos de belleza de Villa Luisa siguen sucediéndose año a año. Sobre el final de este verano del año cero nueve, luego de culminada una nueva edición del certamen de belleza local, la más veterana de las participantes por el título de reina siente que la bocharon injustamente. La corona se la llevó una joven de 17 años. Morocha de ojos verdes. 91-60-91. Hija de un edil. De pocas luces. El edil.
En el momento de la premiación, Mabel se acercó a la ganadora y le dio un beso en la mejilla a su sobrina. La muchacha la abrazó y le dijo:
-Tía, te volvieron a afanar. No bajes los brazos y nunca te olvides, tía, nunca te olvides, que la belleza va por dentro.
-Por dentro va la procesión, sobrina, no me llenes los ovarios.
-La belleza está en tu cabeza, tía.
-Sobrina: porqué no te vas a cagar un poquito.

jueves, 7 de mayo de 2009

Llegó el frío

-¡Llegó el frío!
-¿Qué frío?
-¿Cuál va a ser? ¿El frío de la fplata?
-Ese, o el frío fnegro.
-¿Usted tiene algún problema conmigo?
-Tengo un problema que si quiere puede ayudarme. Es para un concurso de esos de las tapitas de cerveza. Sacar un cálculo es. Luego hay que mandar la respuesta en sobre doblemente lacrado a Enriqueta Compte y Riqué uno dos tres cuatro y esperar que la suerte venga.
-¿Cómo el frío?
-Como quiera pero que venga. Se sortea un viaje a la isla Sant Martin, que no se bien donde queda pero suena a calorcito, sol y palmeras, una lugareña trayendo un cóctel a las tres de la tarde servido en una piña ahuecada, agua transparente lo que se dice transparente, arena fina lo que se dice fina y uno soltero lo que se dice soltero.
-Bueno, ¿dónde hay que raspar?
-Ningún raspar. Es sacar un cálculo y chau.
-¿Chau y algo más?
-Claro. Chau y ojalá que volvamos a vernos. Lo que sería una señal de que acertamos la respuesta y ganamos el sorteo.
-Ok. Capici.
-¿Me ayuda con la resolución, entonces?
-Por supu, para algo están los amigo. ¿Somo amigo o qué somo?
-Ahí va. Leo.
-Yo Acuario.
-Acuario: Tendrá problemas a nivel de pareja. Su señora le echará en cara que nunca lava los platos, cosa que es cierta, para qué negarlo.
-Sí, pero yo laburo todo el día.
-Ella también.
-Lea.
-Leo: Un mozo trabaja ocho horas diarias a según el contrato. Cada hora sirve catorce cervezas de litro, de las cuales once son de la marca cervecera de la promoción que nos incumbe. De esas once, cuatro están frías, cuatro más o menos y las tres restantes a temperatura ambiente. La pregunta: ¿cuántos erutos* producen las cervezas de la marca promocionada que vende ese empleado durante toda su jornada laboral, si tomamos en cuenta que cada cerveza fría produce una media de ocho erutos, una más o menos cinco y una a temperatura ambiente un erutito y medio, de promedio?
-¡Uf… está complicado!
-¡Lo mismo habrán pensado los Treinta y Tres Orientales y arrancaron igual!
-Sí, sí, no lo dudo.
-Veamos. Un mozo. Ocho horas. Catorce birras. Once de las buenas. Isla Sant Martin. La lugareña trayendo el cóctel. La lugareña… ¡Pere que me distraigo!
-Pero… pero…
-A ver: uno, ocho, catorce, once, cuatro, cuatro, tres, ocho, cinco, uno y medio. ¿Anotó? Tiene el resultado ahí. Vamos, lacre el sobre y nos vamos a esa isla.
-No es tan fácil. Me da… A ver, si yo le pedí ayuda a usted, ¿porque soy yo el que está sacando la cuenta?
.¿Somo amigo o no somo amigo?
-La verdad, hasta hace un rato no nos conocíamos.
-Pero nos vamo a Sant Martin. Anote: 4520 erutos de los buenos, aunque los de cerveza natural no sonaban mucho pero igual hay que contarlos.
-¿Tanto? No se habrá comido la coma.
-¿Comido la coma? Yo mido la coma, y cómo.
-¿Come mucho?
-La coma igual sí, tengo que revisar. Siempre hay que hacer las cuentas dos veces, por las deudas. Pero comer, lo que se dice comer… hay otros que comen más, se lo aseguro.
-Ni que decirlo.
-Yo mandaría una respuesta con coma y otra sin coma. Y otra con la coma movida para adelante, porque con coma movida para atrás sería repetir respuesta, aunque ahí tendríamos doble chance.
-Coincido en lo de coma para adelante. Ahí nos entendemos. Con tres versiones distintas de coma y chau. Tres lacrados y a esperar el sorteo.
-Eso. Comprar un bronceador Rayito de Sol y cruzar los dedos para que se nos parta el tuje. Factor 45, porque usted parece que tiene la piel sensible.
-Por no hablar de su familia.
-Bueno bueno, bajando un cambio.
-Hablando de cambio ¿a cuánto está el dólar de Sant Martin, o el franco?
-Eso se ve después. Primero vamos a ver cómo sale el sorteo, que es el jueves que viene a las 22:00, en directo por canal 8.
-¿Ocho?
-El culo te abrocho.
-¡Muy listo!
-Me lo sirvió en bandeja. Quedamos acá el jueves y vemos. Si ganamos ganamos y si no ganamos…
-¡No me diga nada… no ganamos!
-Eso mismo. A buen entendedor, patada en los cojones.

(*) Cierto es que la Real Academia aprecia más el término eructo, con ce, pero la verdad, para qué mentirnos, ¿quién la pronuncia? Además, “erutos” también vale.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El muchacho y la muchacha

Ella- ¿Le ponés mostaza a tu pancho?
El- Aprovechá ahora, groncha, que tu marido se fue a la cancha y no sospecha, y ponele lo que vos quieras.
Ella- ¡Qué guacho guaso que sos!
El- Hablo ella, la cucaracha rechoncha que cuando se agacha muestra su bombacha comprada en Rocha, incluida la hucha.
Ella- Te hacés el macho pero después vamos al rancho y ese gaucho abajo del poncho no debe tener ni ocho centímetros de bizcocho.
El- Callate, si estás chocha que te lo diga.
Ella- ¿Te miraste al espejo? Sos un escracho. Un mamarracho. Un bicho mezcla de carancho, carpincho y chancho.
El- Podrías decir cerdo, que suena mejor.
Ella- Pero no me sirve.
El- ¡Y vos, menuda ficha!
Ella- ¿No querés que te haga gancho con Pocho, el morocho que se garchó a tu amigo Nacho Camacho?
El- Andá a lavarte la roncha al río.
Ella- Finísimo el muchacho.
El- Porque la muchacha tiene alcurnia, solo bebe vino garnacha.
Ella- Ese vino es para las tortas.
El- Por eso lo digo, morocha ancha.
Ella - Te escucho.
El- Que me contó el Laucha, que te vieron muy pancha en la Plaza Cagancha, media borracha, abrazada a una que era parecida a la Chacha de Patoruzú.
Ella- De vos me dijo el Carloncho que el Tincho te encontró no muy vivaracho, más bien malucho, luego de un encuentro con el Pocho. Sospecho lo que te ha hecho. Se aprovechó de un zolocho como vos y él que es remacho te remachó el tacho de tal forma que tembló hasta el techo.
El- Tu pasado te acecha. Cincha por volver aquella jovenzuela que usaba vincha de Nacha Guevara, famosa por su colcha deshecha que pocos hombres del barrio desconocen.
Ella- Habló el que se agachó a juntar un corcho que descorchó en casa de su amigo Juancho y terminó en un lecho borracho fumando un troncho, luego que relinchó tan chocho tras un buen trecho de cariño.
El- Qué rea. Si serás trucha. Estás pochocha, pero por más pilcha y facha que te pongas, se te ve la hilacha.
Ella- A vos sí que te ficho. Sos más facho que Pinocho, el chileno pendorcho que por suerte se fue al nicho.
El- Estás pirucha. No me digas eso, que me caliento y se me hincha la vena.
Ella- A vos lo que se te hinchó cuando te nombré a Pocho fue otra cosa. Sacate la saliva del mostacho, estás pensando en un cacho de lapacho que te produzca empacho.
El- Bueno, guacha hincha de la garcha, cambiemos de tema. Estamos muy soeces hoy.
Ella- De acuerdo. Tacho lo dicho. Desecho el diálogo hecho. Me pincho un pecho como castigo.
El- Digamos basta a esta malhecha y maltrecha larga racha de palabrejas.
Ella- ¿Tenés un pucho?
El- ¡La pucha! Los dejé en la lancha estrecha, arriba de la pinocha llena de escarcha, entre la percha y el hacha. A la derecha de la cucha de la perra Pocha, la que tiene una mancha con forma de picha.
Ella- El flacucho del carro de chorizos nos vichó un rato, fichó la conversa, se cansó y con despecho arrancó derecho y despachó a ese que llegó después.
El- Es el Pacha Barilko.
Ella- Vamos a pedir el morfi. De tomar quiero un refresco cola.
El- ¡Flaco, escuchá! Yo quiero una hamburguesa a la plancha, con remolacha y chaucha picada. Ahhh, y una loncha de jamón. De beber trae cocucha efervescente, que engancha.
Ella- Me cacho. Menudo sancocho te vas a comer. Te faltó crema de pistacho. Igualmente, buen provecho.
El- ¿Y vos, cococha?
Ella- Un pancho.
El- ¿Con mostacha?
Ella- Con lo que quieras, papucho, pero ponele mucho.

martes, 5 de mayo de 2009

Carta al año en curso

Estimado 2009:

Hola. Tal vez no me ubiques. Es que soy un simple ciudadano con mucha menos prensa que vos, que día a día estás presente en nuestros medios de comunicación. Yo, en lo que va de vos, tan solo salí una vez en un diario, en las necrológicas, y ni siquiera en esos pocos centímetros cuadrados tenía el rol protagónico. Aparecía incluido en la expresión “y sus sobrinos”. El punto es que soy un humilde mortal -como vos viste, pero sin fecha de caducidad prefijada-. Perdoná la franqueza, pero entre mortales no vamos a andar perdiendo el tiempo. Los dos estamos acá para hacer lo que podemos. La verdad, ahora que pienso, no se si quisiera estar en tu lugar, que en 366 días... ¡Uy... se me escapó! Perdón de nuevo. Me olvidé que no eras bisiesto. Decía, que vos, en 365 jornadas tenés que manejar un montón de temas y situaciones para las que la escuela de la vida no te da mucho tiempo de adaptación. Tal vez es como cuando van a jugar un partido de fútbol a la altura de La Paz, que hay quienes dicen que lo mejor es llegar un rato antes e ir directo a la cancha. Por otra parte calculo que en ese corto tiempo del que disponés querrás darte tu linda vidurria, cosa que entiendo perfectamente y comparto. Faltaba más.
Espero que hayas disfrutado Turismo. ¿Viste qué lindos días? Ahora que llegó el fresquete toca darle duro hasta que las hojas de tu taco de almanaque se agoten. Por eso se me ocurrió escribirte unas líneas para plantearte algunos temas y lograr así una buena convivencia en el tiempo que te resta.
En primer lugar quiero que sepas que me compadezco de lo que te tocó en suerte. Supongo que cuando viste lo que se te venía habrás intentado cederle tu lugar a algún colega. Intuyo que la expresión “año electoral” te debe tener las bolas llenas. Como si fuera poco parece que se agregan un par de votaciones extras de sendos referéndums. Es que a los uruguayos nos gustan, ¿sabés? Para nosotros votar sin referéndums es como no es votar.
Además te tocó año de Eliminatorias para un Mundial de fútbol, otra que también te la regalo y más en este país quintopuestista. Podrás haber notado que nos vamos perfeccionando. Primero fuimos al repechaje y lo ganamos sobre el pucho. Después fuimos a alargue y marchamos por penales. Ésta vez seguro que vamos a sorteo con El Salvador, que por ahora es el temible equipo al que tendremos que enfrentar para conseguir el pasaje a Sudáfrica.
Encima, la crisis que no se va. Menudo paquete te dejó tu amigo 2008. ¿Qué te dijo cuando te entregó la posta? ¿Se reía mucho el hijoputa? ¡Se tiran con flores ustedes, eh!
En fin. Lo que quería decirte es que vos tenés pinta de complicado y como me la veo venir se me ocurrió que podemos fijar buenos términos de convivencia. Ya vi que sos medio calderita de lata, si se me permite la expresión. Entraste con una sequía de la chacón de la lora y como te putearon de todos lados rajaste unas lluvias tipo diluvio universal. Ahora seca de nuevo. En la Vuelta Ciclista nos anotaste un poroto haciendo que ganara un yanqui. Con la crisis internacional no das buenos síntomas de ponerte las pilas. El quinto puesto parece una fija.
Que sepas que entiendo que quieras pasarla bomba, pero dame un margen, papá. No te voy a pedir que el peso uruguayo sea moneda de referencia internacional ni que termines el Palacio de Justicia, pero tirame algún huesito con carne. Resumiendo y para hacerla corta: quería pedirte una cosa y no te jodo más porque se que andás muy ocupado. Necesito una manito tuya para el sorteo de servidor de café en el Palacio Legislativo. Con eso es suficiente. Si sale, prometo escribirle a Benedicto para que te canonicen. Aunque para eso necesitás otro milagro... ¿Alguna vez sentiste hablar de un cuadro de fútbol llamado Sud América? Ahí tenés el otro milagro. Dale. Jugátela.

Atentamente,
el mismo que aparece como remitente en la parte delantera del sobre.